Implicaciones divergentes
De nuevo, la caída del precio de las materias primas es una de las derivadas de la desaceleración económica global. Y su consecuencia más inmediata es la confirmación de que el reciente repunte de las tasas de inflación es tan solo coyuntural y que en 2012 las variaciones de los precios al consumo volverán a situarse por debajo de los objetivos de los bancos centrales. Nuestra previsión encuentra aval en la publicación esta semana de las proyecciones de la Reserva Federal para el deflactor del consumo privado en EE UU (1,4%-2,0%) así como en las declaraciones del presidente del BCE (el próximo mes se publicarán las proyecciones).
Compartimos la decisión del Consejo de Gobierno de rebajar en 25 puntos básicos el tipo repo -la pregunta que cabe hacerse es por qué no se tomó antes- y anticipamos un nuevo recorte, tan pronto como el próximo mes. Y este estará justificado, no solo por la moderación de la inflación sino, sobre todo, por la nueva reducción en las previsiones de crecimiento.
Anticipamos un nuevo recorte de los tipos de interés en Europa, tan pronto como en diciembre
A partir de los indicadores más adelantados, especialmente los índices de sentimiento empresarial, que esta semana volvían a corregir profundizando ya en zona de recesión, contemplamos que en este último trimestre del año el PIB en la eurozona caerá un 0,3%, para volver a hacerlo en el arranque de 2012 (-0,1%). Pero la moderación del precio de las materias primas a la que hacíamos alusión tiene otras implicaciones que deben resaltarse. Así, la favorable evolución del PIB en 2011 en ciertas economías como Colombia (+4,9%), pero especialmente Perú (+6,0%) y Chile (+6,0%) está muy vinculada a los máximos observados a principio de año en el petróleo y en el cobre y, más recientemente, en el oro. Las exportaciones de materias primas suponen para estos países un 8%, un 18% y un 26% del PIB, respectivamente, lo que evidencia una elevada sensibilidad a la evolución de las cotizaciones. Conviene advertir, por tanto, del riesgo de rebaja en las previsiones de crecimiento de un grupo de economías que hasta ahora habían conseguido estar al margen de la desaceleración mundial; pero también del potencial efecto desestabilizador sobre ciertas variables financieras como el tipo de cambio.
En sentido contrario, la gran ventaja de estos tres países, y en general de las economías emergentes, es la acumulación de reservas en moneda extranjera por parte de sus bancos centrales, que al aumentar un 50% desde los niveles de 2008, equivaldrían ya al déficit corriente de los próximos cinco a diez años. Pero es que, además, los niveles tan reducidos de deuda pública (ratios del orden del 10%-20% del PIB) junto con la credibilidad antiinflacionista de sus respectivos bancos centrales, permite albergar con optimismo el margen de maniobra con el que cuentan tanto desde la política fiscal como monetaria. Y, por último, y común a otras economías latinoamericanas o asiáticas, el motor del crecimiento a partir de ahora no debe ser la demanda externa, sino la interna, clave adicional para corregir definitivamente los "desequilibrios globales" que una vez más, como viene sucediendo en los últimos años, se resalta en las primeras líneas de los comunicados oficiales del G-20.
David Cano y Sara Baliña son profesores de Afi, Escuela de Finanzas.
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