La antigastronomía de Lady Gaga
Antes de que huyan despavoridos ante otro artículo sobre Lady Gaga, déjenme decirles que yo también estoy cansado de ella. Antes me divertían sus extravagancias, mientras que ahora me aburren sus rutinas de mamarracha profesional. Por no hablar de sus últimas canciones, esos frankensteins creados por productores que transmiten el mismo calor humano que una impresora.
Aun así, me siento en la obligación de romper una lanza por Gaga. En un mundo en el que las alianzas entre música y comida empiezan a ser tediosas, con rockeros cocineros y cocineros rockeros surgiendo como setas en un otoño lluvioso, ella parece ser la única con personalidad suficiente como para mantenerse al margen: ni abre restaurantes, ni funda bodegas, ni compadrea con chefs, ni comparte recetas, sino todo lo contrario.
Declara seguir "la dieta borracha", que consiste en "beber whisky y cosas"
Los posicionamientos gastronómicos de Gaga son siempre vulgares o incorrectos. Si le preguntan cuál es el mayor placer que le gusta brindar a su paladar, contesta que "un bol de pasta los domingos". Mientras muchos colegas se esfuerzan en parecer gourmets, ella no se corta en decir que su especialidad es "la salsa de tomate". Quizá burlándose de las especulaciones sobre sus trastornos alimentarios, declara seguir "la dieta borracha", consistente en "beber whisky y cosas" mientras trabaja. Y cuando se muere Steve Jobs, solo se le ocurre proclamar en Twitter que se pasará el día a manzanas, como hacía el creador de Apple en sus célebres purgas.
Es cierto que Gaga acaba de pagar más de 9.000 euros por una cena. Fue en una subasta benéfica, pujando por un banquete en un restaurante de su elección con el guitarrista de Bruce Springsteen Steve Van Zandt. Pero sospecho que en la decisión de la cantante de celebrar el encuentro en el Palma de Nueva York no ha pesado mucho lo culinario: ella trabajó allí de camarera a los 19 años y sirvió más de una cena al propio Van Zandt, y le apetece actuar en el mismo escenario con su papel ligeramente modificado.
Hace un par de años, el New York Magazine preguntó a Gaga por su plato favorito. "Soy una cantante pop. No me gusta en absoluto la comida", respondió. Como mitómano, pienso que esta mujer debería mantener su actitud antigastronómica: andar todo el día contando si desayunas tostadas o All-Bran, o si frecuentas tal restaurante donde el chuletón es de primera, rompe el misterio necesario en toda superstar que se precie.
Babelia
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