Walter Vidarte, la grandeza de un actor
De origen uruguayo y discípulo de Margarita Xirgu, fue uno de los grandes referentes del cine y el teatro en habla hispana desde hace medio siglo
Walter Vidarte, uno de los hombres de escena y de cine más admirados de la profesión, falleció ayer en la Clínica de la Concepción de Madrid, a consecuencia de un cáncer de páncreas diagnosticado recientemente.
El actor, que será incinerado hoy a las 14,45 en el crematorio del Cementerio de la Almudena, de Madrid, nació en Montevideo, Uruguay, el 18 de julio de 1931. Siendo muy joven cursó estudios en la Escuela de Arte Dramático de Montevideo y formó parte de la Comedia Nacional Uruguaya, que dirigía Margarita Xirgu. Es en ese primer periodo de formación cuando Vidarte establece lazos afectivos con el teatro español, que heredó como discípulo de Xirgu, su maestra cuando ella se encontraba en el exilio. Ella le inculcó un gran amor por la dramaturgia española y de hecho le gustaba imitarla con una frase de La casa de Bernarda Alba que Vidarte soltaba a menudo, con ojos de loco y voz tenebrosa, con la que hacía reír a los compañeros: "Vamos a vivir tiempos terrrriblessss".
De origen uruguayo, fue discípulo de Margarita Xirgú
Trabajó con casi todos los grandes directores nacionales de cine y teatro
"Era un actor muy inteligente, tenía esa aspiración de grandeza en la actuación, algo que heredó de su insigne maestra, quien marcaba a sus alumnos esa sed de llegar a lo más alto y trascenderse a sí mismos, él lo tenía en su manera de actuar y de trabajar un personaje. La misma grandeza la tenía como persona, con su generosidad hacia los compañeros cuando le gustaban, y al tiempo era un cascarrabias, pero entrañable", comentó ayer desde Buenos Aires, Alfredo Alcón, nada más conocer la noticia. El actor argentino estaba especialmente unido a Vidarte por una estrecha amistad desde los años cincuenta en que Vidarte se traslada a trabajar a Argentina, donde intervino en la versión fílmica del cuento de Hombre de la esquina rosada y Alias Gardelito (de Lautaro Murua) y en televisión en Doña Disparate y Bambuco de Maria Elena Walsh junto a Perla Santalla y donde tuvo un éxito tremendo.
A Alfredo Alcón se le considera uno de los miembros de la verdadera familia "elegida" de Vidarte, al igual que la gestora cultural Isabel Navarro, exdirectora del Centro Dramático Nacional, con quien el actor uruguayo tenía una gran amistad desde hace décadas y quien le ha acompañado especialmente en sus últimas semanas de vida, ya enfermo. Vidarte, que prácticamente no tenía contacto con una mínima familia que le quedaba, se sorprendió cuando hace algo más de un año acudió a Montevideo, para recibir un importante homenaje que se le hizo, y conoció por primera vez a los nietos de sus primos.
"No puede ser, cualquier cosa que diga será una tontería, sólo sé que cuando vaya a España, Walter no va a estar, y eso no lo puedo entender", dijo Alcón, quien recordó que en Argentina tuvo "un reconocimiento de crítica y público muy grande". Ambos actores se conocieron cuando Vidarte se fue en los años cincuenta a trabajar al teatro y televisión en Argentina y se hicieron muy amigos. El debú de Alcón en teatro fue sustituyendo en una representación a Vidarte.
En 1973 llegó exiliado a España, después de intervenir como actor en la famosa película de Sergio Renán, La tregua, pero el motivo último que le empujó al exilio vino dado porque tras poner en escena la obra teatral Juan Palmieri,de Antonio Larreta, fue amenazado por la Triple A. A partir de ese momento desarrolla su carrera en España, teniendo un gran éxito en su primer trabajo en teatro, en 1974, con la obra Hablemos a calzón quitado, de Guillermo Gentile.
Su primer trabajo en cine fue en Las truchas, con José Luis García Sánchez, que conocía la prestigiada trayectoria de Vidarte. Este cineasta afirmó ayer: "Cuando vinieron a España, en los años setenta, estos grandes que tuvieron que salir por pies perseguidos por las dictadura, como Walter Vidarte, Héctor Alterio y Lautaro Murúa, fue una desgracia para ellos, pero fue una gran suerte para el cine y el teatro españoles", señaló García Sánchez.
A partir de ese momento trabajó en cine con Jaime Chávarri, Antonio Betancor Alfonso Ungría, Pedro Olea, Ernesto del Río,Julián Marcos, Félix Rotaeta, Carlos Saura, Mariano Barroso, Manuel Huerga, Mario Gas, Toni Abad y en La noche de los girasoles, de Jorge Sánchez-Cabezudo, trabajo este último por el que fue candidato en el año 2006 al Premio Goya al mejor actor revelación, lo que le supuso a la Academia de cine recibir muchas críticas, por lo disparatado del galardón cuando Vidarte era un primer espada de la escena.
Sus últimos trabajos, en el CDN han sido Ante la jubilación, de Thomas Bernhardt y dirección de Carme Portacelli, y dos montajes de Gerardo Vera, Madre Coraje y sus hijos de Brech, y El Rey Lear, de Shakespeare. Precisamente Vera fue una de las primeras personas en acudir ayer a la Clínica de la Concepción. "Para mí Walter es un profesional que representa la esencia del trabajo del actor, que es talento y generosidad; se nos va uno de los más grandes de la escena mundial contemporánea", y añadió Vera, "no sé cómo sabía hacer lo difícil fácil, y poseía algo realmente sorprendente e impagable: su carácter insoportable, conviviendo con su entrañabilidad, con la que siempre te vencía siempre..., era un actor de raza".
En teatro Vidarte contaba con grandes seguidores que acudían a los espectáculos en los que trabajara este actor, al margen del título que fuera. El director Lluís Pasqual, tanto en su etapa al frente del Centro Dramático Nacional, como en otras posteriores, contó con él para El público, de García Lorca, Tirano Banderas, de Valle-Inclán, entre otros montajes, como por ejemplo Roberto Zucco, de Koltes. "Es alguien que me es muy cercano, era un actor magnífico y una persona aún mejor, porque podía ser divertido, caustico, ácido, le miraba y pensaba en don Latino, por su ironía, su humor, su cariño", señaló Pasqual quien dijo que para él siempre será "el sublime prestidigitador de El Público, obra que él estreno por primera vez".
Luego vinieron Martes de carnaval, de Ramón María del Valle-Inclán, dirigida por Mario Gas, el único director que le ha dirigido tanto en cine como en teatro, quien ayer comentó que era un actor extraordinario y arriesgadísimo: "Siempre cogía la vía más difícil y traspasaba los límites en los que un actor puede estrellarse, pero acertaba y era espectacular, una persona adorable y al mismo tiempo radical, insobornable, individual, buena y muy lúcida".
Otros trabajos suyos fueron Luces de bohemia, de Valle-Inclán, dirigida por José Tamayo y Los vivos y los muertos, de Ignacio García May, dirigida por Eduardo Vasco, quien también le escogió en El huésped se divierte, de Joe Orton, Hamlet y Don Juan. "Era probablemente el más humano de los actores que tenemos, ponía toda su humanidad en el asado, lo daba todo y la suya era una gran ración de verdad", afirmó Vasco.
Participó, entre otros trabajos en Manuscrito encontrado en Zaragoza , con texto y dirección de Francisco Nieva, Sigue la tormenta, de Enzo Cormann, dirigido por Helena Pimenta y La vida es sueño, de Calderón con Emilio del Valle. En su última etapa se le vio en Barcelona, mapa de sombras, dirigida por Laila Ripoll, y Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, dirigida por Vera, donde compartió escenario con Francesc Orella quien ayer exclamó desde Barcelona al saber la noticia: "Se ha ido uno de los más grandes".
En televisión participó en series de Antonio Mercero, Alfonso Ungría, Los gozos y las sombras, de Rafael Moreno Alba, Eugenio Martín, Eduardo Mallorquí, Félix Rotaeta y Cuéntame cómo pasó, de Tito Fernández.
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