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Caballero Bonald apuesta por los clásicos

El escritor invita a "perderle el respeto a las grandes obras" en un congreso

Cervantes, Góngora, Quevedo, Jorge Manrique, Bécquer, Clarín. Clásicos reconocidos y elogiados, pero, ¿quién los lee? Según Hemingway, nadie. Para eliminar este prejuicio, el escritor José Manuel Caballero Bonald propone en el 13º congreso de la fundación que preside "perder el respeto" a las grandes obras de las letras y releer a los clásicos.

El poeta jerezano invita a elegir uno de esos títulos e iniciar su lectura. Si por algún motivo nos aburre o nos agobia, el premio Nacional de Poesía no aconseja forzar la situación, sino dejarlo y escoger otro título hasta que llegue un libro que "nos seduzca y nos produzca un deslumbramiento especial". "Hay que apartar esa cortina que nos separa de la familiaridad de los clásicos para enriquecernos con los más eminentes paradigmas de la historia de la literatura y fomentar el progreso de nuestras vidas", recomienda Bonald.

Estos días, el novelista cuenta a los más de 100 profesores inscritos en los seminarios que su obra predilecta, El Quijote, "es un libro inmenso en el que cada lectura parece la primera". Relata que Cervantes hace ver matices que uno "no ha sabido percibir en una lectura anterior".

En estas jornadas, Bonald se dirige a los más jóvenes para aconsejarles que comiencen por la novela picaresca como El Lazarillo de Tormes. "Es un libro divertido", según el autor jerezano, o "una sátira contra los miembros viciosos de la Iglesia" en palabras de Rosa Navarro, la catedrática de la Universidad de Barcelona encargada de inaugurar ayer la segunda jornada del congreso con la conferencia Por qué el Lazarillo fue un libro prohibido. "La lectura de este libro no es la que una gran parte cree, la historia de un niño que pasa hambre", aseveró Navarro. "El Lazarillo dice otras muchas cosas y por eso lo prohibieron. Lo que esconde es una bomba de relojería. Es un libro peligrosísimo y prohibidísimo", dice la especialista en literatura española.

El poeta y catedrático de la Pompeu Fabra José María Micó analizó ayer a Góngora, un autor "prolijo que merece ser leído muchas veces porque apela a la inteligencia, a la generosidad intelectiva del lector".

Los museos de la Atalaya de Jerez son en estos días un ir y venir de catedráticos y expertos en las letras que insisten en la necesidad "absolutamente ineludible" de reencontrarse con textos magistrales. Las propuestas son infinitas. El critico literario de EL PAÍS y catedrático de la Complutense de Madrid Carlos García Gual invita a leer La Odisea, de Homero, las tragedias griegas o los dramas del Siglo de Oro "para entendernos mejor, para ver la inmensidad de la vida de los antiguos y de nosotros mismos". Para García Gual, autores como Cervantes, Homero o Shakespeare "no son difíciles ni están lejanos". El congreso termina hoy con Francisco Rico, catedrático de Literatura y miembro de la RAE, con la ponencia Amor y filología: la cultura del texto.

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