Garrido se queda solo
Con el Villarreal hundido en la tabla por su mal juego y la afición de uñas, la directiva avisa al entrenador de que la paciencia no será infinita
La cara de Fernando Roig y las de sus directivos reflejaban más que contrariedad el domingo pasado durante el partido (0-3) del Villarreal contra el Levante. El conjunto azulgrana estaba arrasando al amarillo, abucheado por sus seguidores. El principal valedor de su técnico, Juan Carlos Garrido, siempre ha sido Roig. Apenas unas horas después, sin embargo, el presidente envió a su hijo, Roig Negueroles, consejero delegado del club, a hablar con Garrido. El mensaje: la paciencia no va a ser infinita.
De sufrir hoy una contundente derrota ante el Madrid en el Bernabéu (22.00, Canal +) y de no ganar el próximo sábado en El Madrigal al Rayo, difícilmente el Villarreal podría justificar ante sus aficionados la continuidad de Garrido. "Este es un club muy cercano y todos sabemos lo que se piensa. Nosotros mismos somos los que nos damos un toque de atención porque sabemos que no estamos haciendo bien las cosas", comprende Garrido. "En estos momentos no vamos a comentar nada sobre el entrenador o el equipo", matiza José Manuel Llaneza, vicepresidente.
Traspasados Cazorla y Capdevila, el equipo paga la mala planificación
La situación del Villarreal es muy distinta a la de hace un año. Entonces había ganado seis de los primeros ocho partidos de la Liga, empatado uno y perdido el otro, marcando 14 goles y encajando seis. Con 19 puntos, era el tercero en la clasificación. Ahora solo ha ganado un encuentro, ha empatado cuatro y perdido tres y lleva siete goles a favor y 14 en contra. Con seis puntos, se halla al borde de los puestos de descenso. En descargo de Garrido están las lesiones sufridas al inicio de la temporada, sobre todo en la delantera. Operado del menisco, Nilmar lleva un mes fuera y no se le espera hasta dentro de otro. Marco Ruben también ha permanecido un mes de baja. "Las lesiones nos han obligado a cambiar el sistema", se justifica Garrido, que, con Rossi, solo cuenta con tres atacantes en nómina.
Veinte meses atrás, Garrido ascendió al primer equipo tras el despido de Ernesto Valverde, que no supo entender la filosofía del Villarreal y sufrió la ausencia de Cazorla por una hernia discal. Garrido consideraba que estaba en el lugar que se merecía incluso antes de la contratación de Valverde. Recuperado el estilo, el Villarreal alcanzó la Liga Europa debido a la exclusión del Mallorca por la UEFA. Las llegadas de Borja Valero y Marchena mejoraron al equipo el curso pasado y realizó una primera vuelta sensacional: 39 puntos. Sumados los 23 de la segunda, se clasificó para la fase previa de la Champions, competición de la que ya está virtualmente eliminado, y en la Liga Europa quedó apeado en las semifinales por el Oporto dando ya síntomas de cansancio porque 14 jugadores llevaban todo el peso.
Roig y sus directivos defienden a Garrido porque entienden que la marcha del Villarreal parte de una mala planificación. Ya en el verano, los hinchas mostraron su malestar por la venta de Cazorla, que hasta el último momento intentó quedarse a pesar de que casi se le iba a doblar el sueldo, al Málaga. Pensaban que se notaría su marcha. También lo consideraba así la plantilla. "Hemos perdido un dedo", dijo Senna. "Se fue nuestra seña de identidad", apostilló Valero. El grupo se quedaba sin su alma. Garrido prefirió la salida de Cazorla a la de Rossi y también tuvo la idea de desprenderse de Capdevila, otro jugador que unía al vestuario.
La situación económica fue la justificación de Roig para la marcha de Cazorla. Los 19 millones recibidos del Málaga hacían falta. Sin embargo, confiando en el buen ojo anterior para los fichajes, se reinvirtió prácticamente lo sacado por Cazorla en la incorporación de tres futbolistas: por Camuñas se pagaron más de dos millones a Osasuna, siete por Zapata al Udinese y ocho por De Guzmán al Mallorca. Ninguno ha mejorado lo que tenía un Villarreal cuyos futbolistas principales, salvo Bruno, están rindiendo por debajo de lo esperado. De Guzmán fue una petición expresa de Garrido. Pero el canadiense nacionalizado holandés nada tiene que ver con Cazorla.
Sin el crédito de la afición, a Garrido le queda de momento el apoyo de una directiva cada vez menos convencida y, al parecer, el del vestuario. "Este cuerpo técnico es el mejor que podíamos tener", enfatiza Rossi.
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