'Back in the RDA'
Narrativa. Desde que cayó el muro de Berlín, en Alemania se está esperando la gran novela que haga justicia a la trascendencia del cambio histórico, una ficción literaria en la que dos sistemas político-económicos, dos versiones del pasado y dos sensibilidades interpersonales finalmente cuajen y se vuelvan inteligibles, para empezar a cerrar la persistente hendidura entre germano-orientales y germano-occidentales abierta con la división alemana en 1948. No faltaron intentos de describir y analizar los acontecimientos alrededor de 1989 (el más notorio, probablemente, fue Es cuento largo, de Günter Grass; el psicológicamente más sutil Historias simples, de Ingo Schulze), pero ciertamente la magnitud y complejidad del tema exigían un esfuerzo literario descomunal. De ahí que hasta ahora sólo se habían conocido visiones parciales y fragmentarias.
La Torre
Uwe Tellkamp
Traducción de Carmen Gauger /
Pilar Estelrich
Anagrama / Empúries. Barcelona 2011
896 / 981 páginas. 29,90 euros
Con la publicación, en 2008, de La Torre, sin embargo, esto ha cambiado: Uwe Tellkamp presenta un panorama épico de los antecedentes de la caída del muro -una elaboradísima aproximación a la pregunta ¿cómo funcionaba la sociedad socialista y por qué se hundió?- que no podría ser más completo y difícilmente más objetivo. En casi novecientas páginas el lector llega a saber a fondo qué era la sensación de vivir en la RDA, hasta qué punto la gente se había replegado a la dictadura del Estado, y con qué apaños cubría las incontables contradicciones entre utopía socialista y realidad cotidiana. La Torre, aparte de una suculenta novela social y una ambiciosa alegoría sobre el tiempo (como modelo figuraría La montaña mágica, de Thomas Mann), es una inapreciable fuente de información sobre la vida cultural en la RDA, el movimiento juvenil, el mundo militar, la sanidad, el mundillo literario, y un largo y apasionante etcétera.
Tellkamp despliega la historia de tres miembros de una familia de la aristocracia cultural de Dresde que reside en el noble barrio de La Torre, donde "en los nidos de las musas se ha instalado / la dulce dolencia del pasado". El subtítulo de la novela Historia de un país desaparecido, de reminiscencias literarias-fabulescas (que, por cierto, abundan en la novela y la elevan a un nivel de complicidad intelectual difícil de alcanzar), anticipa ya algo del ímpetu épico-nostálgico con el que se acometen las peripecias de sus tres protagonistas de 1982 a 1989: Christian, el hijo (alter ego del autor), quien para poder estudiar medicina se tiene que comprometer "voluntario" para tres años con el ejército; Richard, el padre, cirujano renombrado que es chantajeado por la Stasi por tener una amante, y Meno, el tío, editor y mediador entre las altas esferas del partido y los escritores. En un esfuerzo sinóptico impresionante ordena el autor alrededor de estos tres personajes principales, entre secundarios y comparsas, un centenar de figuras, con sus distintas vías de escape o posturas de resistencia ante el régimen socialista. Casi todos se han instalado, durante los años de agonía del Estado, en diversos nichos de libertad individual, al margen de la doctrina y el control, en burbujas sorprendentemente burguesas y atemporales donde se celebran "rituales mandarinescos, pedagógicos, cargados de alusiones".
La sensual densidad de los ambientes descritos es uno de los grandes logros de La Torre, que además seduce con la musicalidad de su lenguaje (traducido con admirable finura por Carmen Gauger). Sin embargo, esta fascinante meticulosidad descriptiva, el gusto por el detalle observado con precisión de Tellkamp, médico cirujano de profesión, constituye también su talón de Aquiles. A ratos su novela recuerda el cuento de Borges donde unos cartógrafos dibujan un mapa del imperio de escala uno por uno. Aun así, La Torre se lee con gozo, pues facilita la inmersión en este anacrónico "país desaparecido" de la burguesía culta de la RDA. Aparte de esto, Uwe Tellkamp ha dado un gran paso hacia la asimilación literaria del pasado reciente alemán.
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