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Crónica:ZARAGOZA 2 - REAL SOCIEDAD 0 | FÚTBOL | Octava jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Postiga se viste de luces

El portugués lidera al Zaragoza con dos goles, uno magnífico de chilena, ante una Real sin espíritu

A los 10 minutos, Hélder Postiga construyó una chilena sensacional. Tan magnífica y tan bella que fue de esas que se mueven en el fino alambre de lo espectacular o lo triste, de las que acaban en la red, con todo el boato del mundo, o de las que acaban rompiendo un foco del sistema de alumbrado de La Romareda. Acabó en la red, porque el delantero portugués, ducho en las lides del gol, armó bien el cuerpo para empalar un centro de Juárez y colar el balón casi por donde se encontraba Claudio Bravo, tan sorprendido como los miles de espectadores de La Romareda en fiestas del Pilar. Quizás, anímicamente, ahí ganó el partido el Zaragoza o ahí lo perdió la Real, que de pronto parece llevar marcado genéticamente en su actual estilo deportivo el conceder minutos y minutos al contrario y jugar de una forma tan desvaída que el rival te ataca casi sin querer. Es como un equipo frío, demasiado calculador que tiende a refugiarse en las tablas de su área precisamente cuando más fresco está y trata de reaccionar cuando ya está dolido, herido.

ZARAGOZA 2 - REAL SOCIEDAD 0

Zaragoza: Roberto; Juárez, Paredes, Mateos (Micael, m. 65), Da Silva; Meira (Zuculini, m. 72), Ponzio, Barrera (Juan Carlos, m. 65), Lafita; Luis García y Hélder Postiga. No utilizados: Leo Franco, Kevin, Oriol y Ortí.

Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Iñigo Martínez, Mikel González, De la Bella; Markel Bergara (Demidov, m. 45), Zurutuza, Aranburu (Mariga, m. 62), Sarpong (Griezmann, m. 68), Xabi Prieto; y Agirretxe. No utilizados: Toño, Cadamuro, Estrada y Llorente.

Goles: 1-0. M. 10 Hélder Postiga. 2-0. M. 48. Hélder Postiga.

Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Luis García, Ponzio, Lafita, Íñigo Martínez, Carlos Martínez y Aranburu.

25.000 espectadores en La Romareda

Ponzio es puro corazón, aunque no exento de cabeza para saber elegir lo mejor

El gol fue monumental y ni para eso había necesitado el Zaragoza nada más que ir plantando banderas en el campo que le cedía la Real hasta que el general Postiga lanzó el primer disparo. Y fue gol. Y fue un gran gol, de los que elevan la moral de la tropa y desaniman al enemigo. Ningún defensa de la Real se acercó al portugués aunque solo fuera buscando la posibilidad de que el árbitro señalara juego peligroso. Hay árbitros singulares en esos casos.

El Zaragoza de Javier Aguirre es un equipo bien pensado, técnicamente bien dotado, pero también desvaído. Le salva Ponzio, que a pesar del nombre no tiene nada de Pilatos, porque si algo odia es lavarse las manos en el juego. El argentino es puro corazón, aunque no exento de cabeza para saber si debe refugiarse entre la defensa para reforzarla o meterse entre los delanteros aunque sea para animar. El segundo gol fue de Postiga, que remató con toda la frialdad de la que es capaz un veterano goleador. Pero la jugada fue de Ponzio, sibilino como un medio punta acerado, sobrado como un argentino ganador, ilusionado con su equipo y consigo mismo.

Ahí, con 45 minutos por delante el partido sufrió el rigor mortis. La Real ahora mismo no está para esfuerzos sobrehumanos, menos aún cuando no tiene norte en la delantera ni sur en la defensa y sobre todo se encuentra con un desierto en el centro del campo. Aranburu y Bergara fueron poca cosa como para romper las rocas de Ponzio y Meira, su fiel escudero, y a partir de ahí se desmoronó el equipo donostiarra, que no exigió ni una sola parada del buen meta Roberto. Apenas un disparo de Zurutuza, arqueado pero previsible, que el portero desvió casi agradecido porque le exigieran algún esfuerzo que justificase el sueldo.

Griezmann, tras sus declaraciones desde Francia (sobre su posible salida del club) y su anunciado silencio para no incurrir en más errores, se quedó en el banquillo y solo habló en el descuento, cuando remató con la chepa un centro manso, errado por la despistada defensa zaragocista. Fue la acción más peligrosa de la Real. La única.

Mientras, el Zaragoza hacía la goma: ahora espero, ahora me voy, viendo caer los goles de Postiga y la potencia de Ponzio. El público se lo recriminó en muchas fases del partido, molesto con algunos balones al portero o por el ritmo cansino del encuentro. Pero entre aquellas sombras que por momentos adormecían el partido, Postiga y Ponzio se vistieron de luces. Brilló más la estrella del portugués del Zaragoza. Es lo que tienen los magníficos goles, que alumbran más que el Sol.

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