Los empresarios reniegan de Berlusconi
Los patronos de Italia critican la falta de reformas y consideran a Il Cavaliere el máximo exponente de una clase política "indecente e irresponsable"
Silvio Berlusconi es un empresario. Un empresario de éxito. Su fortuna está valorada, según datos de la revista Forbes, en 9.000 millones de dólares, lo que lo convierte en uno de los hombres más ricos de Europa. Y en el más rico de Italia. De vez en cuando utiliza el altavoz que le confiere su otro quehacer, el de primer ministro de Italia, para recordarle a sus pares: "Yo también soy empresario". Lo que viene a significar: soy uno de los vuestros. El problema es que los empresarios italianos ya no consideran a Berlusconi uno de los suyos. Es más, son capaces de pagar una página entera de publicidad en todos los periódicos del domingo para recordarle -a él y de paso a toda la nación- que es el máximo exponente de una clase política "indecente e irresponsable".
Cofindustria: "Somos el hazmerreír de la comunidad internacional"
Sectores tradicionalmente enfrentados atacan al primer ministro
Es lo que hizo recientemente Diego Della Valle, dueño de la empresa de zapatos Tod's y socio de los almacenes Saks y del grupo editor de Il Corriere de la Sera. En una página que resultaba espectacular por su tamaño y contundencia, Della Valle ponía a caer de un burro a los políticos que, siguiendo el modelo de Il Cavaliere, son "personas incompetentes y no preparadas, que no tienen percepción alguna de los problemas del país ni de la gravedad del momento y menos aún una visión global de los escenarios futuros". La denuncia de Della Valle, el empresario que sufragará la restauración del Coliseo a cambio de la exclusiva sobre la imagen mundial del monumento, detallaba todas las virtudes que se requieren para intentar salir de la grave crisis y de las que carece Berlusconi: "Seriedad, competencia, buena reputación, sentido del Estado y amor por el propio país...". Horas antes se había conocido el contenido de una conversación telefónica interceptada por la policía en la que el primer ministro se desahogaba así: "Que me pongan los espías donde quieran, que me pinchen las llamadas, me la trae floja... Dentro de unos meses me piro a otro sitio, me voy de este país de mierda. Estoy desquiciado y punto". Seriedad, competencia...
El llamamiento de Della Valle se produjo apenas unas horas después de que se publicara un manifiesto en el que cinco organizaciones empresariales -entre ellas, la patronal Cofindustria- urgían al Gobierno de Berlusconi a reactivar la economía y combatir el déficit. Lo mismo, prácticamente, que exigía la carta secreta que el Banco Central Europeo (BCE) envió al Ejecutivo de Silvio Berlusconi el pasado mes de agosto, tres días antes de reactivar su compra de bonos para ayudar a Italia a navegar a las turbulentas aguas de los mercados de deuda. La misiva era un verdadero manual de instrucciones muy concreto sobre las "medidas urgentes" que Roma tenía que adoptar para reforzar su compromiso con la sostenibilidad fiscal. Y eso mismo es lo que le viene reclamando desde hace meses -con la misma firmeza pero ya sin ninguna diplomacia- Emma Marcegaglia, presidenta de la patronal de los industriales (Cofindustria). Un día sí y al siguiente también, Marcegaglia -heredera de una familia de industriales surgidos de la nada y hechos a sí mismos- acusa además a Berlusconi de haberse convertido, con su falta de medidas y su penoso comportamiento personal, en un lastre para la imagen del país: "Ya estamos hartos de ser el hazmerreír de la comunidad internacional. Los emprendedores italianos ya estamos cansados de ir al extranjero representando nuestros productos y ser acogidos con sonrisitas por culpas que no tenemos nosotros. Eso daña al orgullo nacional y a nuestra capacidad de exportación".
Los problemas de Italia vienen de lejos. De muy lejos. El declive empezó a finales de los años noventa y desde entonces la economía del país transalpino mantenía una especia de encefalograma plano. En lo más hondo de la crisis internacional, el PIB llegó a caer a tasas del 6%, en medio de una atmósfera de interminable agonía que ha ido extendiéndose paulatinamente de la economía a la política, incapaz de poner en marcha las reformas que exigían los mercados y que ha acabado poniendo negro sobre blanco el BCE. De momento, sin apenas nada más que buenas palabras por parte del Ejecutivo de Berlusconi, que hace un par de meses acabó aprobando a duras penas un plan de recortes de 54.000 millones de euros para los dos próximos años de cuya puesta en marcha desconfían los mercados. Las sucesivas degradaciones de la nota de solvencia italiana por parte de las agencias de calificación no han hecho sino complicar las cosas: en los últimos meses las dudas han llegado incluso a la banca. El sector financiero se ha beneficiado durante años de un mantra que venía a decir que la deuda pública italiana era abultadísima -roza el 120% del PIB, la mayor de la eurozona tras Grecia-, pero no provocaba problemas porque estaba en manos de los propios italianos. Esa supuesta fortaleza es ahora una debilidad: el largo estancamiento y las magras perspectivas de recuperación hacen sospechar ahora a los inversores. "Italia es el mayor de los países vulnerables y el más vulnerable de los países grandes", decía un análisis reciente de Unicredito. La prueba está en el riesgo país, con Italia pagando más intereses que España desde hace semanas y a merced de la intervención del BCE para calmar las aguas y evitar que la prima de riesgo acabe provocando un círculo vicioso de muy difícil salida: deuda pública al alza, aumento de los intereses y crecimiento económico inexistente o exiguo para detener esa espiral.
Todo eso escuece a los empresarios italianos: al cabo, los problemas de financiación del sector público acaban infectando a los bancos y con ellos a los empresarios y autónomos. Pero no acaba ahí, ni mucho menos, el enfrentamiento entre los patronos y el Gobierno de Berlusconi. La tensión va en aumento. En una reunión reciente con los constructores, el ministro de Infraestructuras y Transportes, Altero Matteoli, apenas pudo abrir la boca. Los silbidos y los gritos de "¡Vergüenza!" dejaron muy claro el malestar del sector con el Gobierno. Malestar que comparten los jóvenes empresarios -Cofindustria Giovani- y prácticamente todos los sectores del país. Llama la atención que, al igual que ocurrió esta semana en el Congreso durante la moción de censura, sectores tradicionalmente enfrentados -la oposición política, los empresarios y los sindicatos...- empiezan a tener finalmente un motivo único de lucha: Silvio Berlusconi.
¿Elecciones en marzo?
El presidente de la Cámara de los Diputados italiana, Gianfranco Fini, afirma que el Gobierno de Silvio Berlusconi "sobrevivirá" hasta finales de año, pero que en marzo de 2012 habrá elecciones anticipadas. En una entrevista publicada ayer por el diario La Stampa, Fini -líder del partido Futuro y Libertad (FLI), formado por un grupo de parlamentarios que abandonaron la mayoría-, considera que el Gobierno italiano tiene una "estrecha mayoría" y que le esperan meses difíciles. "Berlusconi podrá sobrevivir más o menos hasta Navidad y hará todo lo posible para aprobar las leyes que le interesan personalmente, y después se verá obligado a convocar elecciones", explicó el exsocio del primer ministro.
"Cuando un gran comunicador como él mantiene un discurso tan mediocre como el de los últimos días, hay que deducir que ha renunciado al horizonte de grandes reformas que había soñado siempre", añadió.
Fini subraya que es el líder de la Liga Norte y socio del Gobierno, Umberto Bossi, quien tiene en su mano la posibilidad de "desenchufar" la máquina que mantiene en vida al Ejecutivo de Berlusconi, que el pasado viernes logró superar una cuestión de confianza por 316 votos a favor y 301 en contra. A Berlusconi le han dado la espalda los empresarios, pero las deserciones en la arena política también son imparables: Santo Versace, hermano del diseñador, le abandonó hace unas semanas, y en la votación sobre la moción de confianza se descolgaron dos miembros más de su partido, Giustina Destro y Fabio Gava.
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