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Reportaje:

La paz de Pekín

La UCI debuta hoy como organizadora en la capital china, con el apoyo del Tour y la participación de los mejores equipos

Carlos Arribas

Hace unos años, en lo más intenso de las llamadas guerras del proTour, el entonces jefe del Tour, Patrice Clerc, dio una conferencia en Madrid en la que estableció la clásica división de poderes dentro del deporte -el organizador organiza, la federación supervisa y vigila- y cómo la Unión Ciclista Internacional (UCI) estaba rompiendo el equilibrio histórico con su insistente intromisión en el negocio de los organizadores al no conformarse solo con los beneficios del Mundial como las demás federaciones.

Con las conversaciones de Pekín 2008, organizadas alrededor de Jacques Rogge, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), llegó el fin de las guerras. Tres años después, hoy mismo, la UCI escenifica la paz en la misma capital china, donde hasta el domingo se correrá el Tour de Pekín, organizado directamente por una sociedad subsidiaria de la UCI con el apoyo logístico y know-how del Tour de Francia. La UCI justifica su organización apelando a los bienes que la globalización generará en el ciclismo -aunque, como todas las federaciones internacionales, no estará obligada a informar a sus gentes de qué hace con los beneficios- y el Tour en su necesidad de estar en todas partes.

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Atrapados en tamaña tenaza -las dos fuerzas dominantes del ciclismo mundial puestas de acuerdo-, los grandes equipos, que en principio amenazaron con boicotear el evento si la UCI no daba marcha atrás en su intención de prohibir los pinganillos y que poca publicidad esperan alcanzar de una carrera tan exótica, aceptaron a cambio de una moratoria de un año de dicha prohibición y el abono de los gastos de viaje.

Así, estos días, se pasearán entre las piezas de arqueología deportiva en que se han convertido las instalaciones y los estadios de los Juegos de Pekín -el Cubo de Agua, el Nido..., la Gran Muralla, Tiananmén y otros sonoros lugares pekineses-, corredores como Tony Martin, Sagan, Cunego, Luis León, Lastras o Samuel Sánchez, mártires de la globalización. Las etapas son cinco: un prólogo de 11 kilómetros, un par de recorridos llanos para un sprint y un par de media montaña (la reina, el viernes).

Campeón olímpico en Pekín justamente hace tres años, la gran estrella del evento es Samuel Sánchez, quien en los genes porta un agudo sentido común que le hace entender a la primera en qué consiste el valor publicitario de un ciclista.

El líder del Euskaltel rechazó, así, el dorsal número 1 que le querían otorgar los organizadores, tributo a sus cinco anillos olímpicos tatuados en un hombro, diciendo que prefería el 8, el último de su equipo. Como bien aprendió en la cita olímpica el corredor asturiano, el 8 es el número de la suerte en China, que no paró hasta fijar el momento exacto de la inauguración de los Juegos en las 8 horas 8 minutos del día 8 del mes 8 (agosto) de 2008.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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