Se apagó la voz del clérigo

Nuevo golpe al corazón de Al Qaeda. Sigue la imparable sangría de emires, jefes y comandantes muertos en las cada vez más débiles filas de la yihad global. La voz del clérigo Anuar El Aulaki, de 40 años, el rostro más conocido de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y una de las mayores amenazas para la seguridad de Occidente y de sus aliados se ha apagado para siempre. El imán radical, nacido en Estados Unidos, ha muerto en Yemen víctima del ataque de un avión Predator no tripulado del Ejército norteamericano.
La desaparición de El Aulaki dificulta el proyecto de trasladar al inestable escenario de Yemen, donde casi todo es posible, la principal base y refugio de Al Qaeda que durante muchos años ha sido Pakistán, la madriguera en la que se escondió Osama bin Laden hasta su localización y muerte en Abbotabad. Al Qaeda en la Península Arábiga se creó en 2003, ha atravesado momentos de crisis, pero la debilidad del Gobierno de Saleh, las luchas tribales, la falta de seguridad y las arengas de tipos como el clérigo Anuar El Aulaki han conseguido nutrir a la organización de numerosos militantes hasta convertirla en un quebradero de cabeza para los servicios de inteligencia de Estados Unidos que temen que este país se convierta en una nueva Afganistán, en un centro mundial del terrorismo internacional. Desde hace varios años los Predator sobrevuelan Yemen en busca de los jefes de AQPA. Ahora se han cobrado en ese territorio su pieza más codiciada. En las áreas tribales de Pakistán estos aviones han acabado con la vida de casi 2.000 insurgentes.
Fiel aliado de Bin Laden, era un imán transformado en terrorista
Desde el corazón de Yemen se han proyectado ataques fallidos que de haber tenido éxito habrían conmocionado al mundo. El Aulaki era el responsable de los paquetes bombas encontrados en noviembre de 2010 en aviones en Dubái y Reino Unido con destino a Estados Unidos, un atentado frustrado que según los artificieros habría provocado que se estrellaran los aviones de no haber sido desactivados. Un año antes el imán había dirigido otro atentado fallido contra un avión norteamericano, un ataque por el que fue juzgado en rebeldía por un tribunal de Yemen.
El barbudo El Aulaki era un hombre locuaz, un buen orador pero contradictorio. Vivió más de 20 años en EE UU, hablaba un perfecto inglés, estudió ingeniería en Colorado, practicaba deportes, contaba chistes y desde su mezquita lanzaba mensajes de amor, paz y tolerancia entre las distintas culturas y religiones. Semanas después de los ataques del 11-S condenó en la televisión la acción de Al Qaeda y animó a rezar por las 3.000 víctimas. "Vinimos aquí a construir no a destruir", proclamó en uno de sus sermones. Nueve años más tarde desde su escondite yemení declaró la guerra a los EE UU y a sus aliados con proclamas incendiarias en favor de la yihad. "¿De qué me acusan?", se preguntaba en un vídeo de AQPA. "De llamar a la verdad?, ¿de llamar a la yihad?, ¿de llamar a defender las causas de la nación islámica?".
La muerte del clérigo radical que proclamaba que "América es el diablo" es un nuevo reflejo de la profunda crisis por la que atraviesa Al Qaeda que en solo seis meses ha perdido a su emir saudí y a cuatro de sus jefes operativos. ¿Quién será el próximo? La lista es pequeña.
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