_
_
_
_
_

Un 'Barbero' flojo

Al margen de la polémica, la producción de El barbero de Sevilla resultó algo decepcionante desde el punto de vista musical y teatral. Que el Basilio de Simón Orfila, un secundario, sea lo mejor vocalmente y merezca la mayor ovación de la noche, habla poco a favor de los protagonistas. Damiano Salerno sustituyó al barítono previsto un día antes del estreno: esto justificaría una actuación teatral algo al margen del resto de la compañía, no tanto sus desajustes en los concertantes, poco su falta de agilidad vocal y nada sus frecuentes desafinaciones.

La Rosina maquinadora y descarada de Alessandra Volpe careció de la faceta dulce del personaje. Vocalmente, su voz resulta engolada y carente de las características belcantistas rossinianas. El Almaviva del canario Juan Antonio Sanabria mostró su inmadurez, con un canto de emisión irregular y menos ágil de lo que le corresponde por su voz. En conjunto, la música sonó un tanto lenta y pesante, alejada de la chispa y ligereza necesarias en Rossini.

Teatralmente, la función fue muy anodina, con escenografía más pobre que sobria y buen movimiento de actores. La iluminación fue aceptable para los medios del Auditorio de Galicia. En la escena final llegaron las pancartas, incluida la absurda y casi surrealista que rezaba Mago de Oz. Como las otras, más made in 15-M, no parecía muy vinculada a la dramaturgia general, pero todas son fruto y forman parte de la inalienable libertad de expresión artística que ningún poder debe coaccionar ni intentar dirigir.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_