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Crítica:DANZA | EL LAGO DE LOS CISNES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con la luz propia del bufón

La compañía cubana tiene un buen Lago de los cisnes, es uno de sus caballos de batalla y base de su prestigio. En esta gira europea, los caribeños han hecho un esfuerzo por mostrar a sus mejores elementos actuales, y de hecho, la función, aún con ciertas inexactitudes del cuerpo de baile y algunos desniveles, resulta gratificante, se deja ver con el placer de estar ante una buena agrupación que respeta sus tradiciones y al concepto cardinal del clasicismo académico.

Viengsay Valdés, encargada del doble rol en el estreno de anoche, desarrolla un buen cisne blanco y un mejor cisne negro, donde explaya su registro, un tipo de virtuosismo, formalmente añejo, que rebusca en una época gloriosa de la bravura, y que fue justamente cuando Alonso estaba en su apogeo. Las generaciones sucesivas mimetizaron desde el dibujo a los acentos, desde el ritmo (a veces endiabladamente lento hasta desnaturalizar el material coréutico) a las particularidades inherentes a un talento, a una individualidad. La prosecución de tales presupuestos estéticos es riesgosa y lógicamente choca con dos fenómenos actuales: la corriente filológica con los grandes clásicos (que se retoman en la cuna de estas obras: Mariinski y Bolshói, principalmente) y el cambio que afecta desde la técnica hasta la morfología de las artistas de ballet académico. Hoy el rumbo es otro.

EL LAGO DE LOS CISNES

Coreografía: Alicia Alonso (sobre la original de Petipa e Ivánov); música: Chaikovski; escenografía: R. Reymena; vestuario: F. Montesinos y J. Castaño; Ballet Nacional de Cuba. Teatros del Canal. Hasta el 2 de octubre.

En los Teatros del Canal se ha podido ver por fin en Madrid la escenografía de Ricardo Reymena en su dimensión real, sin sacrificios espaciales, con su inspiración gótica en su base plástica que se retomó en Kirov para la versión de Vaganova de 1933, a partir de donde ha sido canónica. El acople con el vestuario se ha perdido, se diluye en un eclecticismo recurrente y perjudicial. Obviamente, los restos antiguos de trajes diseñados por Julio Castaño se imponen, ganan la partida y es una pena que para el cisne negro se desechara aquel traje legendario que lucieron antes todas las estrellas cubanas. No es coherente estar aferrado al tradicionalismo y saltárselo.

Viendo hoy el Lago de Alonso, que en su momento fue renovador, y creyendo que aún es ella la que dirige la compañía realmente, sería estupendo estudiar un regreso ciertamente filológico, entre otras cosas, al cuarto acto de Ivanov (que bailó hasta la saciedad), a su extensión dramática, a sus figuras grupales y a esa música de elevado signo romántico y fatalista, de muerte como marca la obra original.

Y si de alguien fue realmente la noche, fue otra vez de Osiel Gounod en el papel del bufón, pues se impone por su gusto al bailar, siempre creativo, con luz propia y muy musical. Ya puede hablarse, en su caso, de atenta excepcionalidad. Alejandro Virelles como Sigfrido fue noble y refinado, luciendo su línea hasta el remate de sus pies perfectos, aunque algo frío al resolver las pantomimas de su responsabilidad.

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El 'Lago de los cisnes', de la compañía de Alicia Alonso.
El 'Lago de los cisnes', de la compañía de Alicia Alonso.ULY MARTÍN

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