Pantallas contra "espantallos"
Xinzo declara la guerra a las falsificaciones de su máscara que se venden en ferias
El concejal de Cultura del PP habla de "seña identitaria". La portavoz socialista en el Ayuntamiento, de "alarma social". Alguien descubrió hace unos días un puesto en una feria de Allariz en la que un hombre "de fuera" vendía máscaras de pantalla "personalizadas" a un precio que oscilaba entre los 50 y los 200 euros. Inmediatamente, sobre todo a través de Facebook, después también a pie de calle entre los vecinos que usan redes sociales más tangibles, se corrió la voz del escándalo y Xinzo se puso en pie de guerra. No fue la primera agresión, sino la gota que colmó el vaso.
Los puristas (en Xinzo todos lo son, al menos todos los que "sienten" la pantalla) ya se solían cabrear con el uso que algunos hacían de la figura emblemática del Entroido como reclamo para sus negocios. Próxima a la parada del bus y al Banesto hay una clínica dental que se promociona con una máscara que "pervierte" los cánones seculares: "Le dibujaron en el cucurucho [la extraña montera que remata la careta] un cepillo y una muela", comenta indignada Elvira Lama, la concejala del PSOE. "¡Un diente medio podrido!", prefiere describir, en tono de protesta, Suso Fariñas, presidente de la Asociación Cultural A Pantalla. El cucurucho, según marca la tradición, puede llevar pintados astros o animales, pero nunca incisivos y caninos, ni bisturís y fresadoras, ni cualquier otro elemento que aluda a una actividad profesional.
El PSOE local habla de "alarma social" y ha presentado una moción
"Cada año hay más peleas" entre los auténticos y los que vienen de fuera
"Quisimos patentarla, costaba 10.000 euros más 3.000 cada lustro"
"Hasta los Rolex se falsifican. No hay más que cambiarle el bigote a la careta"
Rótulos, almanaques, recuerdos para turistas, son, según la moción que presentó el jueves el PSOE para que se proteja la vestimenta de la pantalla, los soportes en los que habitualmente se manifiesta la aberración. Los vecinos informados se toman estas cosas como una ofensa a lo más "sagrado" de su herencia cultural. "La pantalla nos pertenece, y se está usando para muchas cosas de forma inadmisible", comenta Fariñas. "Es algo que no se le puede explicar a los de fuera. Para nosotros, es un sentimiento".
Antes, el Entroido de Xinzo era una fiesta de mil personas. Ahora, superan las 40.000. Llega gente de toda la comarca, de toda Galicia, del extranjero, y todos quieren vestirse de pantallas. "Vienen miles de incontrolados que nos revientan la fiesta", lamenta Fariñas, "pero no son pantallas, son espantallos", y "cada año hay más peleas entre los auténticos y los otros", que no saben "comportarse", que vienen a "emborracharse de gorra", y no llevan el traje como es debido. Vestir la pantalla es "como vestirse para la boda". Nada de calzarse zapatillas deportivas ni reciclar la capa de tuno.
Su asociación lleva años pidiendo que se proteja la mediática figura del Carnaval. El Ayuntamiento, que ha renovado el equipo de Gobierno pero sigue siendo del PP, nunca hizo nada porque blindar el acervo cultural contra la deriva que toman las tradiciones cuando se masifican es "complejo", e incluso puede hacer "decaer la promoción" turística. Esto, justificando a sus predecesores, lo dice Carlos Gómez, el nuevo concejal de Cultura, pero él sí promete medidas. "Es una necesidad. No se puede mercantilizar ni desvirtuar nuestra máscara".
Según la Asociación A Pantalla, que promueve la tradición e inculca a las generaciones nuevas, en los institutos, el respeto por el personaje del Entroido de Xinzo, el anterior equipo no hizo nada porque "era muy cara la patente". "Hace unos siete años, nosotros llegamos a pedir la documentación a Madrid", recuerda Suso Fariñas, "pero costaba 10.000 euros patentar la pantalla y luego había que pagar otros 3.000 cada cinco años".
El Gobierno local ha convocado una reunión la semana que viene para "buscar fórmulas". El concejal opina que no debe recurrirse a la Oficina de Patentes y Marcas porque la pantalla "no es una manufactura industrial", y es partidario de crear una etiqueta para el "producto artesanal". Su plan, todavía en esbozo, es hablar con los ocho artesanos locales para aprobar una "denominación específica que defina las técnicas de producción auténticas [con papel de periódico, fieltro y engrudo de agua y harina] frente a las versiones en "fibra de vidrio, cartulina, metacrilato o lo que sea". Claro que esto podría dejar fuera a los cientos de vecinos que, como también marca la tradición, confeccionan sus máscaras en casa, las mismas que luego les acompañarán de por vida.
"Ese es uno de los problemas que tenemos que evitar con la etiqueta", reconoce el concejal, "...el propio Ayuntamiento organiza cursos para enseñar a hacer las caretas". Otra de las dificultades, seguramente insalvable, es la de que las imitaciones posiblemente seguirán siendo un negocio porque "hasta los Rolex se falsifican". "No tienen más que cambiarles un poco el nombre, o el bigote, o los colores", sugiere el edil, "ya digo que es un problema complejo. Debemos tener en cuenta muchos extremos para evitar que se desvirtúe burlesca, grotescamente la imagen de una seña que nos es tan próxima, tan identitaria".
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