"Ahora toca hincar los codos hasta que sangren"
La actriz estudió interpretación por empeño de su hermano Paco León
La cara apenas maquillada, subida a unos taconazos de aguja, una sonrisa permanente, unos ojos verdes imposibles de no mirar. María León es magnética en vivo y en la gran pantalla. Su primer trabajo cinematográfico, como protagonista de La voz dormida, un filme de Benito Zambrano ambientado en los años posteriores a la Guerra Civil, ha causado sensación. El sábado ganó la Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
El trabajo de León en la película, que se estrena el 21 de octubre, provocó desde el principio comentarios tan elogiosos, causó tal admiración, que, en el curso de esta cena, cuando la actriz -medio escondida de espaldas al comedor- se levantó para marcharse, los comensales le regalaron un cariñoso aplauso y felicitaciones.
A León, sevillana de 27 años, se le empañaron los ojos. No fue la única vez durante la cena. Le ocurrió cuando habló de su personaje en este filme, Pepita -inocente en comparación con su hermana Hortensia, la comprometida-, pero también cuando probó unas guindillas que le advierten pican demasiado. "Me encanta el picante. Mi estómago es como una hormigonera". Aparta las guindillas y pica durante la cena, para envidia del cineasta mexicano Arturo Ripstein, sentado en la mesa de al lado.
Desde la noche del sábado las lágrimas le brotan con facilidad asombrosa. Ayer por la mañana, resacosa y con el galardón siempre con ella -"he dormido poco y mal, pero la Concha de Plata ha estado siempre a mi lado"-, León no tenía apenas voz de toda una noche de juerga. "Ahora lo más fácil sería volverme una pamplina, pero lo que toca es hincar codos y hacerme un poco más de sangre. La Concha de Plata hay que defenderla y no guardarla en un cajón".
Se considera muy afortunada y lo que quiere es disfrutar, "aprovechar este momento por si es el último". Tiene las cosas claras. Lo importante es el trabajo, no los premios. Ha intervenido en series de televisión y se estrenó en el teatro con la obra Juan de Mairena, hasta que llegó Benito Zambrano y le ofreció el personaje de Pepita. "Es la inocencia y la pureza frente al compromiso político. Pepita es lo mejor que me ha pasado. Es la cobarde que corre por delante. Es fuerza, corazón, generosidad. La he llegado a entender perfectamente. Todavía me emociono al recordarla".
Esta máquina de la palabra solo calla un poco cuando la boca le quema por una guindilla demasiado fuerte. Fue su hermano Paco el que desde niña la animó a dedicarse a la interpretación. "Nos llevamos 10 años y él siempre ha estado pendiente de mí, empeñado en que tenía que ser actriz", dice María, la menor de tres hermanos.
Cuando acabó con 18 años los estudios en Sevilla, de nuevo apareció su hermano. "Estudia interpretación', me dijo, 'hazlo y si luego no te gusta lo dejas'. Lo dudé mucho pero lo hice". Ahora reconoce que es lo mejor que le ha pasado, que es una manera de seguir en la infancia, de jugar y jugar sin parar. Su decisión coincidió con la creación de una escuela de interpretación creada por Juan Carlos Sánchez en Madrid -"es el maestro de los andaluces"- y los tres años siguientes fueron, dice, "los más felices". Se apuntó en los dos turnos, mañana y tarde. "No me echaban ni con agua caliente".
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