La disciplina y la pasión de la escritura
El dramaturgo y novelista Antonio Álamo (Córdoba, 1964) vive en una casa en pleno barrio sevillano de La Macarena desde hace siete años. Su despacho ocupa el tercer piso. Es una estancia amplia con una mesa de trabajo, una cama, un sofá y estanterías con libros, carpetas y discos. "Este es el despacho donde escribo habitualmente. También hago escapadas fuera de Sevilla. De pronto, me voy al mar o al campo una semanita a trabajar y me aíslo. Estoy casi acostumbrado a escribir en cualquier lugar. Las ideas me asaltan y puedo tomar anotaciones en un bar, en un aeropuerto...", explica Álamo, que estrena hoy Veinticinco años menos un día en el Teatro Español de Madrid. "Es la comedia más comedia que he escrito nunca. Tiene una cierta complejidad estructural, puesto que contiene varias obras en su interior. Trata del hastío matrimonial. Hay un triángulo amoroso. También trata sobre el mundo del teatro y los actores", comenta el autor, entre cuyas obras teatrales destaca Caos y la trilogía formada por Los borrachos, Los enfermos y Yo Satán.
El autor se mueve por distintos lugares del despacho al trabajar. "Voy cambiando de sitio. Escribo sentado ante el ordenador en la mesa. Una ola me rompió una pierna en México. Después del accidente estuve meses inmovilizado y me acostumbré a escribir tumbado en la cama a mano y con el ordenador. En el sofá me gusta corregir a mano. Cuando escribo voy vestido muy cómodo, con ropa amplia, descalzo...", detalla. "Me encanta levantarme muy temprano y escribir por la mañana a partir de las nueve. Como a las dos y después, según cómo vaya el trabajo, continúo por la tarde o no. Al principio, tengo que hacer un gran esfuerzo de disciplina, pero cuando el trabajo toma forma, la pasión puede con todo y todo se torna fácil", señala. Su labor se ve facilitada por la tranquilidad de la calle donde vive. "Es peatonal y muy silenciosa", precisa. Junto a la cama hay una marioneta que representa a Homero. "Me la regaló un titiritero argentino que hacía un espectáculo con el poeta griego. Me acompaña desde principios de los años ochenta", evoca. En un pequeño cuadro está enmarcada la dirección de Ernesto Sabato escrita a mano por el propio novelista argentino. "Me encontré en Madrid con Sabato en 1996. Fue un escritor crucial en mi adolescencia. Me apuntó su dirección en un papel para que le escribiera y le enviara mi novela Breve historia de la inmortalidad. No se la envié porque me dio pudor", recuerda Álamo.
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