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Crónica:TENIS | Abierto de Estados Unidos
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rey de reyes

Djokovic logra ante Nadal su tercer grande de 2011 en una emocionante final

"Pero da igual, Carlos, yo estoy aquí luchando". Tras 3h 28m de sinsabores, desánimos y sudores baldíos; 3h 28m de ser el poderoso océano que se estrella contra el malecón y se convierte en suave espuma, Rafael Nadal, el campeón defensor, explica lo imposible, razona lo increíble y le cuenta a Carlos Ramos, el juez de silla, por qué aún está sobre la pista, por qué no ha sucumbido al tremendo huracán que es Novak Djokovic, por qué sigue en pie (2-6, 4-6 y 7-6) cuando el número uno ha sacado para ganar el título. "Porque lucho", dice el mallorquín mientras al serbio le masajean la espalda, incrédulo ante lo que ven sus ojos: que ese contrario al que ha destruido ya dos veces, retorciendo su cerebro rotura tras rotura (Nadal arranca 2-0 e inmediatamente encaja un 0-6), sigue vivo, las fauces abiertas y listas para devorar el título. Es la última carga del séptimo de caballería: Nole la frena 6-2, 6-4, 6-7 y 6-1 y se lleva su tercer grande del curso.

Cuanto más fuerte sacaba el español, más fieros eran los restos del número uno
El serbio tiene más posibilidades técnicas y, hoy por hoy, su misma capacidad física

En el décimo aniversario de los atentados del 11-S, el número uno sale a la pista con una gorra de los bomberos neoyorquinos. El público no ve demagogia alguna en el gesto y se entrega mayoritariamente a su causa. Se grita. Se chilla. Se vive una locura de luces centelleantes sobre el cemento, flashes y voces de ánimo. Nole paga ese apoyo con una tarde memorable. Es el río en crecida, la tormenta que arrecia y el viento que sopla. Durante dos sets y medio, no hay dique que le contenga, barco que le sobreviva ni árbol que no se incline a su paso.

Nadal se adelanta en las dos primeras mangas con un break, e inmediatamente lo pierde. El español pasa ese tiempo desarbolado y confundido, buscándole lógica a un rival que tiene algo de mágico. Cuanto más fuerte saca él, más rápidos, más profundos y más fieros son los restos del número uno. Cuanto mejor plantea él la jugada, yéndose para adelante tras la estela de sus derechazos, corazón guerrero, orgullo de tenista de hierro, mejor es la respuesta del serbio, protegido por su increíble capacidad para mantener vivas las jugadas. Cuanto más rebusca Nadal en su mente, ese músculo que se creía indestructible, levantando uno tras otro cinco puntos de break fundamentales para su supervivencia (2-6 y 2-0), más poderoso es el reflejo de ese otro cerebro que le echa un pulso, mente de fuego hirviente que le mide golpe a golpe y amenaza con derretirle (rotura del serbio a la sexta oportunidad).

El español, sin embargo, sale con sus valores intactos del duelo. Ya de noche cerrada, alejado el viento e instalado el frío, sigue poniéndole corazón, nervio y garra. El tenis, claro, también es táctica, técnica y pericia. Su revés se queda casi siempre corto, lo que deja a Djokovic en disposición de atacarle. Cuando tiene la oportunidad de llevar el encuentro por donde quiere, 2-0 de arranque, el break de entrada, firma un juego horripilante al saque, con cinco segundos sobre seis posibilidades, lo que inevitablemente le hace perder la iniciativa. Hasta el tercer set no vence dos juegos seguidos. Ruge la grada. Se pone en pie el público. Nadal, pese a todo, cree hasta el último segundo: levanta tres breaks en el tercer parcial, que gana.

El español es un campeón dispuesto a vender carísima su corona. Pega, corre y grita. Aprieta. Empuja. Se estruja hasta que no le queda ni un gramo de fuerza dentro, vacío el depósito de energía, agotados hasta los poros de tanto sudar, seco su interior hasta para soltar unas lágrimas. Su esfuerzo no acaba en victoria. Nole tiene más posibilidades técnicas y, hoy por hoy, su misma capacidad física.

Es imposible mejorar el curso del serbio. Nadal, que tiene un crédito infinito, tiene dos posibilidades. Abandonar la persecución o aceptar que vive en años de leyenda, en temporadas de titanes, que él, Djokovic y Federer coprotagonizan cursos míticos que pasarán de boca a oreja contados por los padres a sus hijos. Es de sobra conocida cuál será la elección del español, un ejemplo de superación y trabajo. Nadie consigue su impresionante currículo agachando la cabeza.

Djokovic celebra su triunfo ante Nadal.
Djokovic celebra su triunfo ante Nadal.ANDREW GOMBERT (EFE)

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