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Crítica:ARTE | EXPOSICIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arroyo y el arte de hilar

Acreditando de nuevo su poder de convocatoria, tras haber demostrado con creces hacerlo durante ya 25 años, la sala Robayera, del Ayuntamiento cántabro de Miengo, presenta este verano una selección retrospectiva de los collages de Eduardo Arroyo, un artista y escritor de asombrosa versatilidad, pero con un talento especial para el dibujo y el collage, dos técnicas muy exigentes y comprometidas. El collage, en concreto, un invento cubista de Picasso y Braque, ha sido quizás la vía más fértil y característica de todo el arte moderno, no sólo por haber abierto la senda del reciclado y la hibridación o, todavía más, de la rapidez vertiginosa del prêt-à-porter, cualidades ambas sin las que no podría haber tenido lugar el ready made, sino, sobre todo, porque llevó al extremo la capacidad de síntesis. La manera como lo interpreta Eduardo Arroyo es, no obstante, la más arriesgada, porque anuda a través de esta técnica lo formal y lo simbólico; esto es: porque se esfuerza en sacar con esmero todas sus posibilidades sintácticas del "corte y confección", o, lo que es lo mismo, de saber recortar y pegar, de elegir, asociar y subrayar, creando de esta manera, a partir de lo conocido y hasta de lo trivial, lo asombroso, incluyendo en esto último también lo narrativo. Como se anuncia en la presente convocatoria, la selección de collages de Arroyo abarca más de treinta años de labor, donde nos encontramos con ejemplos de algunas de sus series más memorables, empezando por la que realizó, en el ecuador de la década de 1970, dedicada al barrio berlinés de Kreuzberg sobre papel de lija, una serie llena de ira, melancolía y cáustico sentido irónico, pero, a su vez, extremadamente sofisticada y de una extraña elegancia, hasta la de los deshollinadores de 1980, la de Madrid-París-Madrid de 1985 o las más recientes, como la bella e inquietante Central Park (1999) y esa última, muy sorprendente, titulada Chaqueta (2009). Todos estos collages, algunos ciertamente más conocidos que otros, muestran siempre, desde luego, una facundia y una capacidad de invención que demuestran que Arroyo se mueve en este medio como pez en el agua. Lo consabido al respecto se rompe con algunas obras en las que, se conozcan previamente o no, Arroyo logra deslumbrarnos, como es el caso de la que, sirviéndose de ese fino papel empleado, entre otros usos, como delicado embalaje de confitería, diseñado con el motivo de telas de araña como trama, se lanza a disquisiciones simbólicas insólitas a partir de este concienzudo y temible insecto tejedor. Volviendo de esta manera sobre el tema clásico del arte del hilar, que llevó a Velázquez a pintar una de sus obras maestras, Arroyo lo replica, nunca mejor dicho, de forma, en efecto, hilarante, sacando de la aventura toda su enjundia pop. Se transforma así en una suerte de nuevo "Capitán Araña" de la pintura, capaz de cualquier proeza sin abandonar su casa y su escritorio. No sé si exagero al afirmar que replica a Velázquez, pero, sin duda, lo hace con Duchamp, al que, en su momento, hostigó con violencia tildándole como "ajedrecista perezoso", pero el que no me cabe la menor duda de que hubiera disfrutado con esta obra de Arroyo mucho más que con las de sus muchos seguidores escolares. Sea como sea, esta minirretrospectiva de collages hace brillar el arte de Arroyo al máximo de su esplendor.

Eduardo Arroyo. Collages 1976-2009

Sala de Arte Robayera de Miengo. Cudón, Cantabria.

Hasta el 17 de septiembre

<i>Collage</i> de Eduardo Arroyo.
Collage de Eduardo Arroyo.

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