Sobrevivir
Debe de ser el sino de los tiempos. Crecimos adorando a Johnny Weissmuller y otros tarzanes musculosos, y ahora nuestro prime time nostálgico es para Frank de la Jungla. Esta noche regresa a Cuatro. Lo descubrimos la pasada temporada y, al parecer, también la cadena. Es un personaje curioso, de esa especie de españoles por el mundo, pero más colgao y, también, más interesante.
El leonés Frank Cuesta llegó a Tailandia hace más de 10 años para montar una sucursal de la academia tenística Nick Bollettieri. Se enamoró del país -y de una bella tailandesa- y ahí sigue.
Su gracia es que va por la jungla con una gorrilla, camiseta, calzoncillos -que emplea para cualquier cosa- y unas croc. Con ese mínimo equipaje saca serpientes de sus escondrijos, persigue mandriles o se enfrenta a los asquerosos dragones de Komodo. El año pasado casi le asfixia una pitón -o eso pareció en el bien realizado programa-. Frank da suspense y realismo, con sus salidas de tono y sus broncas a los cámaras temerosos.
Los comienzos de la televisión en blanco y negro van ligados a la lucha de Miguel de la Quadra Salcedo en medio del río con una boa que se lo tragaba. Un héroe. Luego llegó el doctor Rodríguez de la Fuente que con su maravillosa voz era capaz de convencernos de que nuestros cuatros lobos eran más guais que una manada de elefantes africanos. Otro héroe.
Sin saber por qué, de los héroes de entonces hemos pasado a los tirillas de hoy -¿sólo en la selva?-. En la gran pantalla saltamos del tarzanesco Christopher Lambert en Greystoke a Cocodrilo Dundee que va de manta por la vida. Pues en la pequeña pantalla nos intentan hacer sufrir con las digestiones de la Monroy en Supervivientes o el estrés por un taxi de Pekín Express, que también vuelve.
Otro matao, el inglés Bear Grylls, es El último superviviente, un programa de Discovery Channel que emite Cuatro. Grylls hace cualquier guarrada para sobrevivir en circunstancias extremas. Come gusanos, bebe orina, se traga vísceras aún calientes... Gore total. Y él siempre sale con las mismas: "¡Hay que sobrevivir!". El viernes me pareció verlo en los escaños del Congreso cuando se votaba el cambio de la Constitución.
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