Una historia de luchas cainitas
La historia de Esquerra desde la Transición está salpicada de luchas cainitas.
- 1989. Las primeras discrepancias por el liderazgo de los republicanos se evidencian tras las elecciones generales de 1986, cuando el partido pierde la representación en el Congreso de los Diputados. Empieza a pedirse una renovación y un cambio de rumbo de la dirección que entonces encabezan Heribert Barrera y Joan Hortalà. En 1987 se promueve el manifiesto Crida Nacional a ERC, con Àngel Colom como líder, en que se pide un giro hacia el independentismo. Fuentes actuales de ERC recuerdan que ambos líderes se enfrentaron y Barrera le espetó a Colom: "Usted está en un partido federalista, no en un partido independentista". En 1989, Colom se impone como líder y Hortalà deja el partido para fundar Esquerra Catalana.
- 1996. Àngel Colom pasa de verdugo a víctima. En este caso, los críticos son Josep Lluís Carod Rovira y Joan Puigcercós, que piden una renovación de la cúpula. Durante su mandato, Colom había captado a Pilar Rahola y a muchos militantes con un fuerte perfil soberanista. Pero en 1996, viendo que Carod lo iba a vencer en el congreso del partido, Colom decide, junto a Rahola, dejar ERC y fundar el Partit per la Independència (que sería disuelto poco después por el fracaso electoral y acabaría con sus fundadores en las filas de CiU).
- 2008. La mayor refriega se vive en el cónclave de 2008, cuando llega a haber hasta cuatro candidaturas para liderar ERC y el partido vivió la mayor lucha fratricida de su historia. Carod es apartado de todas las responsabilidades orgánicas y Joan Puigcercós se erige como ganador e impone a su equipo de confianza, entre quienes figura Joan Ridao. El partido queda también tocado por la escisión de Reagrupament de Joan Carretero y golpeado por los pésimos resultados electorales.
- 2011. Oriol Junqueras ha conseguido integrar las diferentes familias del partido, pero le queda un cabo suelto: Joan Ridao. La victoria de éste en las primarias, supondría un revés para Junqueras, pero tampoco Bosch, favorito entre la militancia pero desconocido para gran parte del electorado, le garantiza unos resultados satisfactorios el 20-N.
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