El emperador sonriente

Mientras Kenenisa Bekele, su compañero de entrenamientos, su amigo, su heredero natural como rey de las pruebas de fondo, sufría en Daegu, retirándose de la carrera de 10.000 primero y renunciando después si quiera a disputar el 5.000, Haile Gebrselassie supo ayer que es el nuevo Príncipe de Asturias de los Deportes. Le llamó la nueva presidenta del jurado, Arantxa Sánchez Vicario, y el corredor, siempre sonriente, se emocionó.

-¿Vendrás corriendo a recoger el premio?, bromeó Sánchez Vicario al teléfono.

-Ya me gustaría, pero estoy lesionado, le ha venido a decir esta leyenda viva del atletismo, que a los 38 años ha anunciado varias veces que deja la competición, para poco después rectificarse, y que sigue ahí, con su plusmarca mundial de maratón y con la vista puesta en los Juegos de Londres.

Dicen todas las biografías que Haile Gebrselassie ya corría 20 kilómetros por las terrosas carreteras de Etiopía para llegar al colegio cuando solo era un niño y que su peculiar forma de correr, con el brazo izquierdo encogido, es el resultado de cargar con los libros escolares. Tal vez ahí empezó todo, o tal vez eso forme también parte de la leyenda. Lo que no tiene discusión es su palmarés: doble campeón olímpico y tetracampeón mundial de los 10.000m, entre 1993 y 2000 dominó la distancia como si fuera un emperador. Luego dio el salto al maratón, y ahí sigue. Corriendo. Con sus negocios inmobiliarios (ha construido un hotel en Etiopía). Con su dedicació a diversas causas humanitarias (es embajador de UNICEF y mediador para la paz en su país).

"El mejor corredor de larga distancia de la historia", según el jurado, superó de forma abrudora en la votación final a Raúl. Los otros finalistas eran la selección española de sincronizada, los montañeros Edurne Pasaban y Reinhold Messner y la ciclista Jennie Longo. En otoño, Gebrselassie recogerá el premio en Oviedo.