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Crónica:ATLETISMO | Mundiales de Daegu
Crónica
Texto informativo con interpretación

Agarrados al 1.500

Las esperanzas españolas pasan por Manuel Olmedo, ya en las semifinales, y Natalia Rodríguez, finalista

Carlos Arribas

El atletismo es para el aficionado español el 1.500 y solo el 1.500 y únicamente cuando comienzan sus series siente el hormigueo propio de las grandes ocasiones. Así y más que nunca en los Mundiales grises de Daegu, el de los españoles invisibles.

Ayer, el discóbolo canario Mario Pestano, el primero que llegaba a una final, terminó 11º, penúltimo, y preguntándose por quintos campeonatos consecutivos más un par de Juegos Olímpicos qué es lo que le ocurre al que es incapaz, llegado el momento clave, de alargar el brazo. Ganó el alemán Robert Harting, cojeando, con un lanzamiento de 68,97 metros. Si Pestano hubiera llegado a los 67,5 con los que hace dos semanas ganó el título nacional habría logrado la medalla de plata. Se quedó en 63 y sepultado de nuevo por las dudas.

Olmedo: "Tengo que ser, como Cacho, hábil, astuto en el cuerpo a cuerpo"

El 1.500 despierta esperanzas y temor a partes iguales, lo que le hace único, aunque en su vertiente masculina lo único que ha despertado en los últimos años ha sido un sentimiento de frustración y nostalgia por fastos pasados. A lo largo de la primera década del siglo, nuestro 1.500 ha ido caminando por los Mundiales desde el fulgor del bronce de Reyes Estévez en Sevilla 1999, anuncio entonces de más brillo futuro, hacia la desaparición en Berlín 2009, donde ningún español consiguió disputar la final. En aquella cita, el 1.500 se expresó en femenino con la victoria, efímera, de Natalia Rodríguez, que fue descalificada. Se cruzaron ambas ramas en la capital alemana, una descendente, otra ascendente, y vuelven a encontrarse en Daegu.

En esta ciudad de provincias surcoreana, donde el cielo es siempre gris, toca volver a soñar con un grupo nuevo, liderado por un atleta de calidad indiscutible que hasta hace dos años chocaba contra un imposible en el 800 y al que ahora nadie en España, salvo Arturo Casado, que está lesionado, tose en el 1.500. Con ustedes, Manuel Olmedo, en quien todas las esperanzas están depositadas.

Antes de llegar a Daegu, después de unos Campeonatos de España imperiales, de un 800 increíble en Barcelona (1m 44,56s, una de las mejores marcas mundiales del año), el "cuidado con Olmedo, que está como nunca; cuidado con Olmedo", que comenzó como un susurro de finos connoisseurs, se convirtió en un ruido estruendoso que obligó al propio atleta (Sevilla, 1983) a taparse los oídos para no perder el rumbo.

"Entiendo que la afición quiera una medalla", dice Olmedo pocos minutos después de clasificarse con tranquilidad para las semifinales de la prueba (mañana, a las 12.55; la final, el sábado, a las 13.15); "pero yo no puedo rendirme a la euforia de la gente".

Sin embargo, dentro de su cabeza, Olmedo se ve el sábado subido en el podio del estadio. Se lo dice a sí mismo y se lo dice su entrenador, Enrique Pascual, el que llevó a Fermín Cacho al punto más alto alcanzado jamás por el atletismo español, el oro olímpico en el 1.500 de Barcelona 1992; se lo dicen sus entrenamientos, sus sensaciones, sus marcas. "Los favoritos

[Kiplagat, Laalou, Kiprop, Komen, Gebremedhin] son más bien corredores de reuniones. Les falta quizás habilidad táctica. Esto lo suplen convirtiendo las series en carreras lanzadas, tipo mitin, pero así no se pueden correr tres seguidas".

En los bosques sorianos de Valonsadero dice Olmedo que este invierno ha trabajado tanto "por arriba" (volumen) que soportará perfectamente tres 1.500 metros en cinco días. Seguramente esos parajes helados en invierno, los mismos que sudó Cacho en su momento, le inspiren y le den la sabiduría necesaria para salir victorioso de la pelea. "Tengo que ser, como Cacho, hábil, astuto en el cuerpo a cuerpo", dice; "así ganó el oro en Barcelona. La habilidad es la mejor arma de los europeos, la única".

También pasaron a las semifinales Diego Ruiz, un debutante, y Juan Carlos Higuero, cuyas aspiraciones y posibilidades son menores.

Dos años después de Berlín, Natalia Rodríguez volverá a disputar una final en una pista azul (mañana, a las 13.55). De las semifinales (ganó la suya tras cambiar elegante y aparentemente sin esfuerzo en medio de un grupo de sudorosas y afanosas atletas al toque de campana, su marca) salió tan contenta como de las series y tan convencida de sus posibilidades victoriosas o más. "Tengo en la cabeza el oro", dice; "en Berlín me demostré que fui campeona del mundo y eso me dio ánimos para seguir y me da ánimos para el jueves". La otra española, Nuria Fernández, corrió infiltrada y quedó eliminada.

Manuel Olmedo, en la recta final de la eliminatoria para pasar a las semifinales.
Manuel Olmedo, en la recta final de la eliminatoria para pasar a las semifinales.EMILIO NARANJO (EFE)

Isinbayeva se busca y no se encuentra

Como si a Daegu los asuntos de los sentimientos se la soplaran, no tuvo derecho a una rentrée de cine Yelena Isinbayeva, la mejor pertiguista de la historia, que se recupera de una crisis de fe atlética y desmotivación. En abril de 2010, tras fracasar en los Mundiales de Berlín al aire libre y los de Doha en pista cubierta, la que había batido decenas de récords, la única que ha superado los cinco metros, anunció que se tomaba un año sabático.

Descreída del atletismo y de sí misma, Isinbayeva se buscó abandonando su refugio de Mónaco y regresando a la vida más dura y menos glamurosa del Volgogrado en el que nació y creció. Dejó a su entrenador de los últimos cinco años, Vitaly Petrov, y volvió con el primero, Evgeni Trofimov, con el que había saltado cinco metros por primera vez.

Anoche confirmó lo que sospechaba, que es muy difícil encontrarse tras perderse. Los técnicos dicen que Isinbayeva ya no sabe si corre o salta. Pasó los 4,65 metros a la primera, su único intento válido, porque tiene calidad para ello, pero... nada más.

La que llegó más alta que nadie, hasta los 4,85 metros, igualando su mejor marca (la cuarta de la historia), fue la brasileña Fabiana Murer, una vieja y paciente luchadora entrenada por su marido y que a los 30 años vio un hueco (aparte de la crisis de Isinbayeva, la campeona de Berlín, Rogowska, y la subcampeona de Pekín, Suhr, saltaron tocadas) y lo aprovechó. Es la primera medalla, y de oro, de quien no pudo saltar con sus pértigas la final de Pekín porque se habían traspapelado y que preparará los Juegos de Londres asesorada por Petrov, el ex de Isinbayeva.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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