A Stoner no hay quien lo pille
El líder del campeonato logra su séptimo triunfo y enfila el título con Pedrosa y Spies en el podio
Esquivo, escurridizo y desconfiado en la pista y fuera de ella. A Casey Stoner no hay quien lo pille. No hay manera de engancharlo para hacerse una foto con él o que firme un autógrafo. Y no hay manera, tampoco, de echarle el guante en los circuitos. Menos, este curso, en el que la Honda le sienta de maravilla. Tenaz como es, el poder demostrar que cuando se caía asiduamente no lo hacía por su poca pericia, sino por una moto que está haciéndoselas pasar canutas al mismísimo Valentino Rossi, le da fuerzas. Tiene genio. Y, como a nadie le amarga un dulce, también él disfruta tapando bocas. En eso está este curso. Con siete victorias y un solo cero en el casillero. Un abandono que ni siquiera fue culpa suya como habría sido normal cuando montaba la Ducati. Fue precisamente aquella Desmosedici pilotada por Rossi la que se lo llevó por los suelos en el circuito de Jerez, apenas iniciado el campeonato. De aquella mancha ya no queda casi ni rastro. Las lesiones y la mala suerte de Dani Pedrosa, por un lado, y las dificultades para entenderse con su Yamaha como lo hacía antaño de Javier Lorenzo, por otro, le allanan el camino hacia el título.
No hizo una buena salida el australiano. Nunca fue su fuerte. Pero tampoco algo que le quite el sueño. No destaca por su paciencia, pero sí por su confianza en sí mismo. De modo que vio cómo Pedrosa y Lorenzo le ganaban la delantera nada más se apagó el semáforo. Y ni se inmutó. El mallorquín, con muchísimos problemas para dar con la puesta a punto idónea para su M1 este fin de semana, le duró solo dos vueltas. Se deshizo de él Stoner en la misma recta de meta. Su compañero en el equipo Repsol Honda, le duró algo más. Aunque tampoco sufrió demasiado para rebasarle. Lo hizo, otra vez, en el mismo punto, pasada la línea de meta, al final de la recta y justo antes del primer viraje a la izquierda.
Tal y como había quedado demostrado en los entrenamientos, solo Ben Spies parecía tener el cuerpo para poner en duda el dominio del líder del Mundial. Pero sus posibilidades se esfumaron en la misma salida. Cometió un error y perdió posiciones con la misma velocidad con que terminó de arruinar aquella primera vuelta: se tocó con Dovizioso y todavía perdió más tiempo. Y el tiempo es oro. ¿Podría haber luchado por la victoria? Quizás. Pero nadie lo sabrá jamás. Tuvo que conformarse con ir quitándose de en medio a cuantos pilotos se le ponían a tiro, incluido su compañero de equipo, Lorenzo, que llegó a rodar hasta un segundo más lento que el estadounidense. Ya no llegó a cazar a Pedrosa, que, a diferencia de su compatriota, sí pudo solucionar todos aquellos problemas de agarre que había sufrido durante el fin de semana. Y mucho menos, a Stoner, imparable, con un ritmo endiablado y un atrevimiento tal que firmó la vuelta rápida de la carrera a ocho giros del final, cuando los neumáticos de la mitad de la parrilla empezaban a agonizar. Está en racha. Y, no, no hay quien lo pille. Lorenzo, el único capaz de hacerlo, está ahora a 44 puntos.
Además de al espectáculo del australiano, Indianápolis asistió al descalabro de Ducati. La primera que falló fue la de Rossi, que resistió como pudo y hasta se lució con algunos adelantamientos en el tramo final. Luego falló la de Loris Capirossi, que inició el camino de los garajes. Al poco, le imitó Karel Abraham, que también abandonó. Tuvo que pasar por el taller también Hayden, aunque regresó a la pista, si bien para terminar el último clasificado. En la curva postrera antes de alcanzar la meta completó el desastre para la fábrica italiana Héctor Barberá, que perdió el control de su moto en medio del giro después de adelantar a Aoyama. Así pues, cuatro Ducati cerraron la tabla de clasificación. La mejor situada, la de Randy de Puniet, en el octavo puesto. Nadie se atreverá a decirlo, pero quizá haya alguien en Borgo Panigale que empiece a echar de menos a Stoner.
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