Schumacher, de principio a fin
El alemán recuerda su debut en la F-1 en Spa-Francorchamps hace 20 años
Veinte años, siete títulos mundiales, 91 victorias, 154 podios, 68 poles y 76 vueltas rápidas después, Michael Schumacher (Hürth-Hermülheim, Alemania; 3 de enero de 1969), probablemente el piloto con mayor impacto en la historia de la fórmula 1, volverá a colocarse mañana en la parrilla de salida del circuito de Spa-Francorchamps, en Bélgica, el escenario en el que se presentó al mundo el 25 de agosto de 1991. Lo hizo gracias a que Mercedes convenció a Eddie Jordan de que fuera él quien llevara el coche que había dejado vacante el belga Bertrand Gachot, que acabó en la cárcel por haber vaciado un espray de pimienta en la cara de un taxista londinense.
El puesto se lo disputaban los tres integrantes del equipo de resistencia de Sauber-Mercedes: Schumacher, Heinz-Harald Frentzen y Karl Wendlinger. Norbert Haug, el director de Mercedes Motorsport, se decantó por Schumi, que tenía 22 años y causó una buenísima impresión desde el primer momento. "Fui yo quien le pagó a Jordan los 150.000 euros que costaba su debut. Ni Mercedes, ni Michael ni nadie. Un dinero que nadie me ha devuelto aún", reclama Peter Sauber.
Adelantó a dos rivales y se quedó tirado en la segunda curva con el embrague roto
"Dudaba de si podría competir con Senna, Prost o Mansell, pero también eran humanos"
El sábado, en la sesión cronometrada, Schumacher superó a su compañero, el italiano Andrea de Cesaris, y colocó su bólido el séptimo mientras que el domingo adelantó a dos rivales en el momento de la arrancada antes de quedarse tirado en la segunda curva con el embrague roto. "En el calentamiento, el embrague se calentó, pero no quisieron cambiarlo", recuerda, dolido. Aquella presentación, sin embargo, no le pasó por alto a Flavio Briatore, que detectó el talento que escondían las manos de ese joven y le ofreció un Benetton para que terminara el curso. En ese momento su vida dio un giro inesperado, tanto en lo profesional como en lo personal, al comenzar una relación sentimental con Corinna. Ese año Frentzen perdió dos cosas: la posibilidad de debutar en la fórmula 1 y la novia.
En 1992, también en ese trazado, Schumacher logró su primera victoria y a partir de entonces comenzó a escribir su leyenda con dos títulos mundiales con Benetton (1994 y 1995) antes de fichar en 1996 por Ferrari, escudería a la que rescató del ostracismo y con la que logró cinco títulos seguidos entre 2000 y 2004.
"La primera vez que me subí a un coche de F-1 fue en Silverstone, el martes anterior al debut en Spa. Después de completar la vuelta de instalación me autorizaron a pisar a fondo el acelerador y, cuando lo hice, pensé: 'Puede que esto sea demasiado para ti'. En el segundo giro me relajé y al final del día saqué un segundo a los otros que también probaron el Jordan", rememorabaa ayer Schumi, que a los 42 años mantiene un cuerpo atlético y que para esta ocasión luce una gorra y un casco conmemorativos de sus dos décadas en la F-1, una trayectoria interrumpida tres años, de 2007 a 2009, antes de regresar el pasado como estrella de Mercedes, la marca que le dio la posibilidad de ganarse la vida con las carreras.
Si en este supercampeón hay una característica que sobresale por encima de las demás es la seguridad que ha exhibido siempre que ha tenido que enfrentarse a un nuevo reto. Así lo reflejó su discurso cuando fichó por Ferrari y también en su vuelta a la competición, aunque esa calidad la ha ido ganando con los años, porque, como acaba de reconocer, ni él mismo se veía capaz de lograr la mitad de los éxitos que ha acumulado. "Al principio, tenía dudas acerca de si tendría suficiente calidad para competir contra esa gente. Y más, en una época en la que estaban Senna,
Prost y Mansell. Luego, vas cogiendo experiencia y te das cuenta de que todos somos humanos y tenemos nuestros límites y de que no hay ninguna razón lógica por la que no vayas a poder ganarles", reflexiona ahora el piloto más laureado.
"Nada más bajarse del coche el primer día, le dije a mi ingeniero: 'Este tipo va muy rápido'. Desde el primer momento me di cuenta de que no era un novato más", recuerda De Cesaris, su compañero en el Gran Premio de Bélgica de 1991, que aquel fin de semana quedó retratado por el cronómetro. "Los hay que le critican, pero lo que ha conseguido en su vida es inigualable. A veces nos hospedamos en el mismo hotel y a los demás nos esperan tres personas y a él 30", explica Fernando Alonso. "Michael siempre estará en el corazón de todos los hombres y todas las mujeres que trabajan en Maranello", tercia Luca di Montezemolo, el presidente de Ferrari, que le tuvo como buque insignia una década (1996-2006).
"La primera vez que le vi fue en Hockenheim , en 1991 o 1992, y también fue la primera vez que veía un F-1. Luego, nos volvimos a encontrar y me dio algún que otro trofeo", explica Sebastian Vettel, que, de pequeño, empapeló su habitación con carteles del Kaiser. "Miro esas fotos y pienso que ahora estoy compitiendo contra él... Es de locos. Le tengo un respeto enorme porque se trata de mi héroe de la infancia", concluye el actual campeón.
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