El ojo duradero
Lola y Manuel Álvarez Bravo se casaron muy jóvenes, en 1925, estableciéndose por un tiempo en Oaxaca, y se separaron en 1934. De su unión, surgió una cordada artística exponencial que recuerda la formada por Braque y Picasso en los albores del cubismo, una cordada que inaugura rutas en sus escaladas, tanto para la fotografía mexicana, que trastorna y transforma, como para la internacional, en la que incide de lleno. Manuel practicaba la fotografía desde 1924 y Lola se inicia con él. En 1927 se trasladan a Ciudad de México, donde se relacionan con grandes personalidades (Diego Rivera, Tina Modotti, Paul Strand, Cartier-Bresson), desencadenándose su inserción progresiva en los circuitos nacionales e internacionales. En 1931, en un concurso de gran repercusión organizado por Cementos Tolteca, de cuyo jurado forma parte Rivera, Manuel obtiene el primer premio y Lola el tercero. Quedan atrás, definitivamente, el pictorialismo y la épica nacional que han dominado la escena mexicana. También en 1931, él publica fotos en la mítica revista poética Contemporáneos. En 1935, Manuel expone con Cartier-Bresson en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México. Dicha exposición viaja a Nueva York, ampliada allí con obra de Walker Evans. A partir de ese momento, su repercusión internacional será imparable. Su nombre es hoy uno de los nombres canónicos del siglo XX. La obra de Lola, siempre valiosa, exquisita y personal, se internacionalizó en paralelo, aunque más discretamente; su alcance nacional, en cambio, es casi equiparable. En 1944 tiene lugar su primera individual en el Palacio de Bellas Artes. De 1951 a 1958 dirige su propia galería de arte contemporáneo en Ciudad de México, donde en 1953 organiza la primera individual de Frida Kahlo, pintora amiga que acabará encargándole un retrato post mórtem como culminación de una larga y preciosa serie. En 1991, los retratos de Kahlo valieron a Lola una exposición de notable resonancia internacional, coorganizada por Carla Stellweg Gallery (Nueva York), Galería Juan Martín (Ciudad de México) y la Sociedad de Amigos de la Cultura Mexicana (Dallas). Sigan a ese taxi. Viajarán con Lola y Manuel en la otra cara del tiempo.
La videncia de Manuel pone en evidencia, capturándolo con su cámara, el rico trasmundo del mundo visible
El Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) muestra por primera vez fuera de México, bajo el título La otra cara del tiempo, la colección fundacional del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo de Oaxaca (CFAB), integrada por casi una cincuentena de copias vintage de los fotógrafos mexicanos Manuel y Lola Álvarez Bravo (1902- 2002 y 1907-1993), que se han digitalizado e impreso pulcramente para la ocasión en el taller oaxaqueño de Manuel García. La exposición, dotada de un buen catálogo, después viajará a la Médiathèque de Biarritz (Francia). En el CFAB cumple ahora 15 años. El público europeo tiene aquí la oportunidad de descubrir en primicia una colección que incluye piezas casi inéditas, como El doctor Martín vendando a Alicia, escena capturada en los preparativos de La buena fama durmiendo (1938), una de las fotos más conocidas de Manuel, fruto de un encargo de André Breton.
En un fragmento de Cara al tiempo, el poema que Octavio Paz dedicó a Manuel Álvarez Bravo, leemos: "La realidad tiene siempre otra cara / la cara de todos los días, / la que nunca vemos, / la otra cara del tiempo". De ahí el título del evento. Supe por primera vez de Manuel gracias a la generosa muestra de sus fotos que ofreció el número 33 (otoño/invierno, 1990) de la famosa Poesía: revista ilustrada de información poética, editada entonces por el Ministerio de Cultura. Entidad que en 1985 le había organizado una exposición antológica en la Biblioteca Nacional, cuyo catálogo incluía Cara al tiempo, donde leemos también: "Los títulos de Manuel / no son cabos sueltos: / son flechas verbales, / señales encendidas. / El ojo piensa, / el pensamiento ve, / la mirada toca, / las palabras arden". Así podemos constatarlo, por poner algunos ejemplos de la muestra, en: La visita (1935), Tentaciones en casa de Antonio (1970), El ensueño (1931), Retrato de lo eterno (1935), Los agachados (1932-1934), Parábola óptica (1931), Venus (1977) o El umbral (1947); fotos todas en las que el título ilumina y revela una visión "poética" de la imagen en segundo grado, una videncia privilegiada que cabe considerar intrínseca a la mirada del fotógrafo, pues la descubrimos incluso en sus obras carentes de título. Su videncia pone en evidencia, capturándolo con su cámara, el rico trasmundo del mundo visible. Pero regresemos a la publicación Poesía para jugar con su subtítulo: Revista ilustrada de información poética. Que nos brinda, si lo distorsionamos, un óptimo encuadre para ver a Manuel, cuyo corpus podría titularse Foto-poesía: mirada ilustrada de información poética. Hasta tal punto fue él un gran poeta de la imagen que cabría considerar foto-poemas sus instantáneas y foto-poesía su arte entero. Así lo corrobora el perfil de los receptores/cómplices que obtuvo en vida y sigue obteniendo a título póstumo: José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Diego Rivera, Tina Modotti, Edward Weston, Henri Cartier-Bresson, André Breton, Carlos Pellicer, Octavio Paz, Paul Strand, Sergio Pitol, José Miguel Ullán, Graciela Iturbide, Francisco Toledo... Recepción foto-poética a la que debo añadir Ojos en los ojos, de Guillermo Sheridan, texto para el catálogo de una singular exposición homónima de 2007 en Rosegallery (Santa Mónica, California). Del que extraigo esta carta de navegación: "Sosegada en el acto de mirar, la mirada cede su óptica al alto ojo del alma. Durante un instante perdurable, es el alma del espectador la que ha sido retratada en el acto de mirar, pensar y sentir. El fondo de la lente de un gran fotógrafo siempre nos mira, parpadeando, ese ojo duradero. "Si nuestro diapasón interior entra en resonancia, ese ojo, que ve tras lo que ve, nos conmueve y altera con sus capturas. En esa conjunción extática, la imagen ha abolido el tiempo y, con él, el pensamiento conceptual; pues en "la otra cara del tiempo" sólo hay silencio. Una idea o un título pueden, a modo de koan, catapultarnos allí, pero en ese ámbito abstracto no reverbera más que la imagen pura. Cada foto es en sí una consumación de silencio completa; cuanto hay está ahí, mostrándose sin discurso ni formulación, simultáneo. Al fin y al cabo, en cada captura de fulgor de la cámara oscura, ¿qué dispara el obturador mecánico? La certeza de una intuición, la pulsión de un artista..., ¿la síntesis de una vida en proceso, por tanto? De tal génesis, nos queda una imagen concreta compartible.
Ramon Dachs (Barcelona, 1959) es poeta. Su libro más reciente es Álbum de la Antártida (La Tempestad. Barcelona, 2009). La otra cara del tiempo. Fotografías de Manuel y Lola Álvarez Bravo. Sala Ángel de la Hoz del CDIS (Centro de Documentación de la Imagen de Santander). Magallanes, 30. Santander. Hasta el 30 de agosto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.