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Reportaje:CAMINOS PARA EL VERNADO

El reverso de la postal gaditana

Unas rutas en barco permiten descubrir una nueva perspectiva de la ciudad

Dicen que Cádiz es un balcón al mar, que la ciudad vive asomada al océano Atlántico, por un lado, y a la bahía, por el otro. En las postales que los turistas compran en las tiendas de souvenirs, en las fotografías que se llevan como recuerdo de sus vacaciones, los edificios quedan recortados en un fondo marítimo que aparece al final de cualquiera de las calles de esta ciudad levantada sobre un islote.

Pero, ¿qué pasaría si le diéramos la vuelta a la postal? Si situamos el objetivo de la cámara allá en el horizonte, el punto de vista cambia, y Cádiz nos ofrece una nueva cara, la que nunca vemos pese a tenerla tan cerca. Es el reverso de la ciudad de siempre.

Para disfrutar de esta otra perspectiva sólo existen dos opciones. La primera, disponer de una embarcación propia para hacer excursiones marítimas. La segunda, embarcarse en alguno de los catamaranes de la empresa Albarco.com y combinar el disfrute de las vistas con un baño en pleno océano. El promotor de estas rutas, Javier Ramírez, cuenta que más que una crear una empresa se ha dado un capricho: "Mi ilusión siempre ha sido que Cádiz tuviera un barco, como tantas otras ciudades portuarias que cuentan con embarcaciones turísticas. Aquí nos lo estábamos perdiendo, y yo quería enseñar mi ciudad".

Impacta la visión de la playa de La Caleta, custodiada por dos fortalezas

Desde el mar, Cádiz puede parecer una población parada en el tiempo o una ciudad que mira al futuro. Todo depende, como casi todo en este rincón, de cómo soplen los vientos. Los días de levante, el casco histórico protege la navegación y la ruta bordea el núcleo de la ciudad. Desde el muelle gaditano, el catamarán parte rumbo a la Alameda Apodaca y las murallas que sirven de frontera a la ciudad. Bajo las balaustradas, con suerte y buena vista, se pueden incluso distinguir algunos de los huecos que dan paso a las galerías excavadas en las murallas y que dan paso a todo un laberinto subterráneo. En el horizonte quedan el Baluarte de la Candelaria, la iglesia del Carmen, el parque Genovés y, un poco más allá, los castillos de Santa Catalina y San Sebastián.

Impacta la visión de la playa de La Caleta, custodiada por las dos fortalezas y coronada, ahora al fondo, por el blanco edificio del Balneario de la Palma, una construcción de principios del siglo XX que acoge hoy el Centro Andaluz de Arqueología Subacuática. Esta imagen sorprende, sobre todo, a autóctonos. Su playa de siempre, donde incluso las piedras tienen nombres propios, les ofrece un paisaje nunca visto. Esto explica quizás el alto porcentaje de gaditanos que embarca en estos catamaranes, pensados, en principio, para ofrecer una alternativa de ocio más a los turistas.

El paseo continúa y en la línea de tierra se suceden el Baluarte de los Mártires, la catedral o el edificio de la Cárcel Real, para llegar luego a las playas de Santa María y La Victoria. Toca allí una parada, un chapuzón desde el mismo barco para disfrutar de las olas sin las aglomeraciones que se ven a unos metros, ya en tierra. Si hemos elegido una de las rutas de tarde para el paseo, la ambientación será perfecta con una espectacular puesta de sol sin obstáculos en el horizonte.

La ruta alternativa, la que emprende el barco en los días en que reina el poniente, nos descubre el lado industrial de la ciudad. La travesía avanza hacia el interior de la bahía y permite acercarnos al que es uno de los símbolos del Cádiz del futuro: el puente de La Pepa, el que será, una vez terminado, el más alto de Europa.

Vista de Cádiz desde el catamarán que hace la ruta por su contorno.
Vista de Cádiz desde el catamarán que hace la ruta por su contorno.EDUARDO RUIZ

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