Festivales para sibaritas del rock
Ante la masificación de los grandes eventos musicales, este ha sido el verano del afianzamiento de las citas 'boutique' - Apelan a un público maduro que antepone el confort
A unos padres de familia no se les mete tres días en un cámping sin una sombra, ni se les obliga a hacer tres cuartos de hora de cola para hacerse con una cerveza de la marca que patrocina el evento a precio de cóctel en terraza de hotel de lujo. Es ley de vida. La receta del festival de rock se ha visto obligada a madurar al ritmo de sus asistentes, como demuestra el éxito de público este año en eventos veteranos (y no solo de rock) como Cap Roig o La Mar de Músicas y la proliferación de eso que en el mundillo se conoce algo pomposamente como festival boutique cuando en realidad quiere decir citas a escala humana. Y buscan (y encuentran) un público que ya superó eso de apretujarse con decenas de miles de personas para ver a un kilómetro de distancia a un grupo que, si bien es el del momento, a lo mejor tampoco tiene tanto interés.
La presencia de grandes clásicos del rock y pop remite en los eventos 'indies'
"Hace 10 años no tenía perspectiva, ahora tengo un hijo", dice un organizador
La tendencia, importada de Gran Bretaña (país con más de 5.000 festivales censados), está en adornar el hecho festivalero con un añadido. Por ejemplo, actividades en torno a la música, como degustaciones para gourmets (Harvest) o de vino (Sonorama en Aranda). O con eso que los folletos turísticos llaman "un marco incomparable".
Es el caso del Monkey Week, que se celebra con vistas a El Puerto de Santa María. O el del Faraday. Pere Agramunt es uno de los organizadores de la cita en Vilanova i la Geltrú. Vocacionalmente pequeño, en su octava edición celebrada en julio reunió a 1.500 personas en los jardines del Molí de Mar, una casa colonial del siglo XIX al lado de un acantilado. "Yo mismo fui al primer Festival de Benicàssim con 18 años", recuerda. "Pero ahora a mí y a otra mucha gente le interesa otro rollo, más cómodo y sosegado".
El recuerdo de los viejos y heroicos tiempos del hoy mastodóntico Benicàssim (desde hace casi un lustro controlado por dinero británico y con asistencia mayoritaria de adolescentes llegados de la Pérfida Albión) no es casual. Aquella empresa alocada (¡traer a bandas punteras del rock internacional a la costa mediterránea!) marca el inicio de la era moderna de los festivales de rock en España. Los asistentes a aquellas ediciones primigenias de mediados de los noventa tienen hoy un mínimo de treintaytantos años y más de uno ha pasado los 45.
"Yo hace 10 años no tenía ni perspectiva y ahora tengo un hijo de dos años", dice Santiago Cotes, uno de los organizadores del South Pop de Isla Cristina, Huelva, que el 9 y 10 de septiembre celebrará su cuarta edición. "Para nosotros, la idea del confort ha resultado vital. Ves grupos mejores o peores, pero en todo caso la experiencia es grata", explica. "La paternidad es uno de los motivos para hacerlo todo manejable. El hotel está a 100 metros del recinto, y dentro del recinto está la guardería, así que de tanto en cuanto te puedes asomar a echar un vistazo". El afán humanizador (y comprensivo con los ciclos de la vida y de la descendencia) no es ajeno, con todo, a citas grandes como el Primavera Sound o Sónar, que ya hace un tiempo vienen organizando eventos destinados a la progenie de sus asistentes.
A veces, con efectos indeseados. Este año en el Faraday actuaba el lánguido cantautor John Grant y se encontró con un problema inédito hasta ahora en los certámenes de rock. "Tenemos en el recinto una zona para niños con cuidadora. Creo que la pusimos demasiado cerca de los escenarios. Porque el domingo por la tarde a alguien se le ocurrió la brillante idea de darles sonajeros a los críos y con el ruido que hacían no dejaban oír al pobre Grant. Tuvimos que quitárselos. Un drama", recuerda Agramunt.
El South Pop atrae a su público este año también con reclamos como la posibilidad de ver a la banda inglesa Saint Etienne, grandes de los noventa, en petit comitè. "Quién sabe si hasta darse un baño en la piscina con Sarah Cracknell", dice la hoja de promoción. Porque Cracknell, vocalista de Saint Etienne y el resto de los músicos de los 12 grupos que actúan en el festival, se alojan en el mismo hotel que gran parte de los 1.500 asistentes. La piscina de ese cuatro estrellas es el lugar en el que se rompe la distancia entre público y artistas. Las sesiones de pinchadiscos matutinas al borde del agua se han convertido en una de las citas indispensables del certamen.
Junto a estos jóvenes festivales escorados a la diletancia, sigue funcionando la fórmula de veteranos como el de Cap Roig o La Mar de Músicas. "Ofrecemos calidad, mimamos al público, porque sabemos que están de vacaciones. No cuesta nada hacer las cosas bien. Nosotros sí suponemos una ventaja para nuestra zona, porque nuestro público no es el de lata de coca-cola", apunta Martín Pérez, director del Festival de Cap Roig, que el día 21 cerró las puertas habiendo colocado casi 50.000 entradas a un público proveniente de 16 países. Pérez ha organizado 44 festivales y está convencido de que su formato es por el que, si se quiere fortalecer España como destino turístico festivalero, se debe apostar. "Lo que proponemos es turismo cultural de verdad", apostilla.
"Nuestra repercusión en los medios, de alguna manera, ha decrecido, pues se tiende a dar más cancha a los eventos indies concentrados en tres días. Ha cambiado el panorama, y una banda como Fleet Foxes está en todas partes, cuando hace tiempo no se les habría hecho ni caso. Estamos muy alejados de esa lógica de festival masivo", apunta Paco Martín, director de La Mar de Músicas, evento que tiene lugar durante 16 días de julio en Cartagena. "Cuando veo al alcalde de algún pueblo de costa celebrando las bondades turísticas de su nuevo festival indie me da risa. El público que acude a nuestro evento deja dinero en Cartagena, lo que sucede es que es menos escandaloso y más relajado. Coge su hotel, va a la playa, acude a un par de conciertos y se va. Otro modelo".
Otro elemento que augura un fortalecimiento de la tendencia es el demográfico entre los artistas. La presencia de grandes clásicos del rock y el pop en eventos indies masivos ha remitido este año. Los veteranos en el FIB o en el Primavera han sido nombres como Half Japanese o Stranglers. A cambio,poco a poco, los grandes nombres se van haciendo más regulares en eventos eclécticos y con un cartel seductor para el público maduro que hoy ya no es solo el que creció con Julio Iglesias, sino con The Pretenders, quienes, por cierto, actuaron en Cap Roig en 2009.
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