Los ciclos de la vida
Hombre, animal, vegetal, mineral. Nacen, se desarrollan, crecen y desaparecen. Es ley de vida. Ley de muerte. El italiano Michelangelo Frammartino se ha propuesto contarlo en Le quattro volte, experimento que sin ser una ficción tampoco es un documental, poesía en imágenes despojada de cualquier aderezo formal, suicida en el apartado comercial, dirigida exclusivamente a audiencias que no hacen ascos a las rendijas abiertas por autores alejados de los modos habituales de narración. Una película que no contiene una sola palabra, compuesta de planos fijos alargados en el tiempo y con frecuencia filmados en la lejanía, sin una nota musical y que, sin embargo, puede proporcionar una extraña calma.
LE QUATTRO VOLTE
Dirección: Michelangelo Frammartino.
Género: documental. Italia, 2010.
Duración: 88 minutos.
Un anciano. Una cabra. Un abeto. Un trozo de carbón. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos? Le quattro volte, presente en la Quincena de Realizadores de Cannes, narra sus ciclos vitales y demuestra que la existencia, aun parsimoniosa, puede ser una aventura. Observar a una cabra casi recién nacida ante el abismo de un par de escalones, o la placidez de un árbol con sus ramas al viento sorprendida por el estruendo de una motosierra puede convertirse en una experiencia. Cuidado, también en un suplicio si no se entra en su dinámica. Aquí no hay término medio, aunque Frammartino parezca lejos de la impostura autocomplaciente de otros realizadores. Solo por la primera historia, la del viejo enfermo que para curarse la tos bebe cada noche un vaso de agua con un sobre de polvo recogido en una iglesia por la señora de la limpieza, ya merece la pena. Una tos que no es solo la suya. También es la nuestra. ¿Se muere el viejo? ¡Cómo no se va a morir, con un vaso de polvo cada noche! Aunque lo haga justo el día que por un infortunio no puede tomar su elixir. La vida, que es así de misteriosa, de traicionera.
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