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Un años sin noticias de Sonia Iglesias

Los investigadores aún confían en resolver la desaparición de la pontevedresa, un año después - Su paradero durante tres horas, clave en las pesquisas

Ningún detenido pero varias líneas de investigación abiertas. Un año después de que la pista de Sonia Iglesias se esfumase en una céntrica calle de Pontevedra donde fue vista por última vez, pacientemente, la policía sigue trabajado con absoluto secretismo para encontrar alguna prueba que confirme sus hipótesis y resuelva el caso. A pesar del tiempo transcurrido, los investigadores no enseñan sus cartas mientras en la opinión pública impera la sensación de que el caso será uno más en la larga lista de desaparecidos sin dejar rastro. "Ni está en el olvido la investigación, ni la policía ha tirado la toalla porque tarde o temprano sabremos qué paso", dice Carmen Novo, fiscal jefe en funciones de Pontevedra.

"Fue alguien de su entorno, estamos convencidos", afirma su hermana

Novo podría hacerse cargo del caso si se confirma su nombramiento como teniente fiscal para sustituir a César del Pozo, recientemente jubilado y encargado de coordinar las pesquisas sobre esta desaparición junto con el juez Germán Varela. La fiscal comprende la desesperanza de la familia y de los ciudadanos pero apela a la profesionalidad de la policía para resolver el caso.

A primera hora de la mañana del miércoles 18 de agosto de 2010, la encargada de la segunda planta de una tienda de Massimo Dutti, abandonaba su domicilio del barrio de San Roque acompañada de Julio Araújo, el padre de su hijo de ocho años, para dirigirse al trabajo. Ambos desayunaron en una cafetería cercana a la plaza de toros y se despidieron pasadas las 10. Ella caminó hasta el centro de la ciudad y se dirigió al zapatero donde dejó calzado para reparar, según la reconstrucción de los hechos que hizo la policía, hasta que a la una y media de la tarde dieron la voz de alarma cuando Sonia no se incorporó a su puesto de trabajo.

Después de un larguísimo interrogatorio de posibles testigos, las tres horas que transcurrieron desde que la mujer, de 38 años, fue vista por última vez son la clave que tratan de descifrar los investigadores. Por el momento nadie, excepto la policía, el juez y el fiscal, conocen los indicios y las sospechas que existen sobre qué le pudo ocurrir aunque siguen indagando en su entorno más próximo. Algunos hallazgos días después de su desaparición, como su cartera en las proximidades del viejo asentamiento gitano de O Vao, a las afueras de Pontevedra, o su DNI en un banco hicieron pensar a todos que la conclusión de este extraño caso estaba cerca, pero no fue así. A medida que pasaban las horas crecían las especulaciones sobre su paradero, incluso se barajó la posibilidad de que Sonia hubiese abandonado el país por alguna razón. Una hipótesis que desmintieron sus familiares, convencidos de que ella no habría dejado a su hijo por voluntad propia. Pero también las pesquisas policiales lo descartaron.

En silencio, pero arropados por amigos y ciudadanos, los padres de Sonia soportaron estoicamente los días que siguieron a su desaparición, cuando varias jornadas de búsqueda en los alrededores de Pontevedra resultaron infructuosas. Pero, sobre todo, cuando se vieron obligados a defender públicamente, en presencia de su abogada, al hombre que había compartido los últimos años con Sonia y padre de su nieto, para acallar algunos comentarios. Desde entonces, sin embargo, las relaciones entre la familia y el novio de la desaparecida no han vuelto a ser las mismas.

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Como si el tiempo se hubiese detenido desde entonces, en muchos escaparates de locales comerciales de Pontevedra todavía hoy permanece colgado el sonriente primer plano de Sonia. Pero hace unas semanas aparecieron unos carteles al lado de su foto con una pregunta: "¿Quién?". Coincidiendo con el aniversario de su desaparición, los pontevedreses se han volcado de nuevo con la familia. "Era una chica estupenda, muy alegre y entregada absolutamente a su hijo. En el parque seguimos notando su ausencia", comenta una vecina del barrio. "Esperamos que algún día podamos saber la verdad". "Lo que tenemos", afirmó ayer su hermana Mari Carmen, "igual que la policía, es que mi hermana, si está desaparecida, es porque alguien de su entorno cercano la ha hecho desaparecer y de eso estamos convencidos", aseguró.

CARLOS PUGA

Otra manifestación

Una pegada de carteles fue el recordatorio que ayer organizó la familia de Sonia Iglesias al cumplirse un año de su desaparición. Para el día 25 han convocado una manifestación que saldrá desde la céntrica plaza de la Herrería para recorrer varias calles de la ciudad. Su familia insiste que no ha perdido la esperanza de encontrarla "pero sí que hay que ser realistas y un año después no creemos que esté con vida", afirmaron en el acto de ayer.

Los compañeros de trabajo de Sonia Iglesias también quisieron recordarla de una manera especial con una simbólica pegada de carteles en la tienda a la que acudieron además sus padres y su hermana. Además del apoyo de los ciudadanos, el principal consuelo de la familia son las noticias que pueda facilitarle la policía, que no son muchas, "Distintos portavoces policiales nos han confirmado que siguen investigando y esto para nosotros es lo más importante, que al final la acaben encontrando", fueron sus palabras.

La hermana, Mari Carmen Iglesias, se erigió ayer de portavoz de la familia, incluso habló de su sobrino, mientras sus padres se quedaban en un discreto segundo plano. "El niño sabe que su madre está desaparecida y que todos estamos intentando encontrarla, suficiente para alguien de su edad", explicó. También se refirió a las relaciones con el compañero sentimental de Sonia: "Nuestra relación con él es cordial, sobre todo porque hay un niño en medio que hay que respetar", se limitó a decir.

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