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Reportaje:arte

La revolución satírica china

Una generación de artistas se sacude el miedo al debate político a la sombra de Ai Weiwei - Retratan con irreverencia a Mao y otros tópicos propagandísticos

"Los artistas tenemos la obligación de guiar a la humanidad, y de gritar para salvar al hombre, que en China es prisionero. Estamos muriendo, y hay que detener esta matanza espiritual", explica con vehemencia el pintor chino Tian Mangzi (Shenyang, 1968) en su estudio. Un lugar en el que crea obras que se cuelan por los resquicios de la censura de su país, como la serie El final de la civilización, en la que Osama Bin Laden, Adolf Hitler, Sadam Husein, George W. Bush y el emperador Hirohito comparten plano con... Mao Zedong. Hasta hace no tanto, habitante exclusivo en términos artísticos de los ámbitos de la propaganda.

Pero, ya se sabe, las cosas siempre parecen estar cambiando (lentamente o a velocidad de crucero) en China. Y hay una nueva generación de artistas que, en la estela de Ai Weiwei, se sacude el miedo al debate político e integra sin complejos la figura de Mao en su obra. En la citada sucesión de dictadores de Tiang Mangzi, el difuminado rostro de Mao, convertido casi en una placa de rayos X, vigila una marcha de guardias rojos durante la Revolución Cultural, la década ominosa del comunismo chino, en la que murieron unos 30 millones de personas. "No está permitido", reconoce Tiang tras asegurarse de que sus respuestas se publicarán en un medio extranjero. "Pero mi conciencia me ha impulsado a plasmar los sentimientos que me provoca nuestro líder más reconocido. Creo que no fue un buen hombre".

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"Tomar elementos de su figura, o del movimiento que lideró, es la vía que los artistas chinos tenemos de expresar nuestras ideas políticas y de crear un debate en la sociedad. Quien quiera criticar al Gobierno tiene que hacerlo mediante alegorías que no sean muy evidentes, aunque cada vez son más los que se atreven a plantar cara al sistema de forma contundente", explica otro artista, Liu Fei (Nanjing, 1964). Sus colegialas calvas, armadas de labios carnosos y sonrisa malévola han causado sensación en el extranjero y le han provocado algún quebradero de cabeza en China.

Pese al estallido de colores (siempre con aire pop) que proponen creadores como Qiu Shengxian, la página oficial del Partido Comunista Chino -que el mes pasado celebró el 90º aniversario de su fundación-, sin embargo, solo ofrece una interpretación monocroma de Mao. "Se ha demostrado que su contribución a la revolución supera ampliamente los errores que cometió", se puede leer. En el caso de los nuevos creadores, esos "errores" hallan a veces explicación en la guasa. Un tono que sirve para arremeter contra el capitalismo en que ha derivado la doctrina de su Libro rojo, un texto destinado ahora a turistas nostálgicos. Sun Zhe Zheng, por ejemplo, dota a Mao de una amplia sonrisa y hace que un personaje faltón con chupete se le suba a la chepa.

Con todo, conviene no engañarse: no todos los artistas se acercan desde la irreverencia a la figura del líder. Es el caso de A Lin (Shanghái, 1957), profesor de bellas artes en la prestigiosa Universidad de Tongji. En su obra, la silueta del líder está llena de color, y un dragón aparece sobre su rostro. "Simboliza la fuerza de un gran líder que no se puede comparar con ningún otro. Fue un magnífico estratega capaz de vencer a los invasores japoneses", explica su autor. Su misión pasa por reivindicar la valía de un hombre que, reconoce, "ha caído en el olvido" con el auge del siglo XXI. "Sobre todo para la juventud, que no ha vivido la revolución".

El artista chino Liu Fei posa en su estudio ante sus características pinturas de colegialas.
El artista chino Liu Fei posa en su estudio ante sus características pinturas de colegialas.ZIGOR ALDAMA
Una obra de Qiu Shengxian.
Una obra de Qiu Shengxian.Z. A.

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