John Wood, la inteligencia en la escena inglesa

John Wood (Derbyshire, 1930) ha sido integrante de la mejor estirpe de actores clásicos británicos, un intérprete que más allá del porte distinguido y la impecable dicción lograba redefinir cada papel sobre las tablas, ya fuera al servicio de las obras de Shakespeare, Harold Pinter o su autor fetiche, Tom Stoppard. Su muerte el pasado 6 de agosto, a los 81 años, supone el epílogo de una dilatada carrera que le granjeó el reconocimiento de la crítica teatral de Londres, aunque fueran sobre todo los escenarios de Broadway, al otro lado del Atlántico, los que le confirieron la categoría de gran estrella.

Stoppard escribió expresamente para este actor alto y enjuto, que exhibía un humor agudo e irónico, el papel que le procuró un premio Tony con la farsa Travesties (1976).

Pero si el rostro de Wood puede resultar familiar para el gran público es a raíz de su participación en decenas de películas, como La Rosa Púrpura de El Cairo, Chocolat, Sabrina, La locura del Rey Jorge o algunos títulos que compartió con el cómico Jerry Lewis. No tenía empacho en admitir que su aproximación al cine era meramente pragmática, es decir, que su principal atractivo residía en los generosos sueldos que perciben los actores de la gran pantalla, porque su gran amor siempre fue el teatro.

Wood estudió derecho en la universidad de Oxford, pero pronto orientó sus aspiraciones hacia las tablas. Sus inicios en el difícil mundillo teatral londinense (en 1958 fue actor suplente de la entonces estrella Peter Sellers) fueron años de estrecheces económicas, a pesar de sus trabajos para la compañía del Old Vic y la Royal Shakespeare Company. Acabó decantándose a principios de los sesenta por la seguridad que la televisión brindaba a tantos actores, participando en series como Los Vengadores, hasta que Stoppard logró recuperarlo para las tablas uno lustro más tarde y catapultar su consagración en Estados Unidos con el éxito de Rosencrantz y Guildenstern han muerto. Desde entonces trabajó de forma ininterrumpida tanto en teatros de Nueva York como de Londres, donde se le llegó a proclamar "el actor más fascinante intelectualmente del Reino Unido" por sus roles en obras de Ibsen (El Maestro Constructor), Chejov (Ivanov), también de dramaturgos contemporáneos y, por supuesto, Shakespeare. "Creo que la prueba definitiva para un gran actor es hacerte ver las cosas con una nueva luz. Lawrence Olivier lo conseguía a tavés de una intuición divina. John Wood con un intelecto penetrante", ha escrito el crítico teatral del diario The Guardian, Michael Billington, en su personal homenaje al actor.