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Crítica:FERIA DE MÁLAGA | GUARDIOLA / BARRERA, ROBLEÑO, VILCHES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ardor guerrero de un lidiador

Antonio Lorca

Tras recetar una estocada hasta la empuñadura al cuarto de la tarde, Antonio Barrera se alejó de su oponente, echó la muleta en el estribo a modo de almohadilla y se sentó a esperar el inminente final. Fue la suya una pose taurina, o quizá, quién sabe, un necesario descanso después de la pelea cabal que acababa de librar con ese toro, muy bien presentado como toda la corrida, astifino también, al que mostró el camino de la embestida después de que al animal se le cambiara la cara tras una costalada monumental en el primer tercio.

Se le acabó la vida al toro y el bravo torero paseó una merecida oreja, la primera de esta feria, ganada con el sudor de su frente, a base de valor, dominio, mando y poderío. Se le nota, y no es una cualidad de ahora, que es un torero maduro, sobrado de facultades, con claridad de ideas, con conocimiento de los secretos de la técnica y dispuesto al triunfo. Es un lidiador puro que ayer hizo gala del ardor guerrero que exigen los toros cuando se comportan como tales.

GUARDIOLA / BARRERA, ROBLEÑO, VILCHES

Toros de Salvador Guardiola, muy bien presentados, astifinos, cumplidores en los caballos, y de juego variado. Destacó el primero.

Antonio Barrera: estocada atravesada _aviso_ y un descabello (vuelta); estocada _aviso_ (oreja).

Fernando Robleño: pinchazo, cuatro descabellos y se echa (silencio); tres pinchazos _aviso_ y siete descabellos (silencio).

Luis Vilches: cuatro pinchazos _aviso_ y un descabello (silencio); dos pinchazos y dos descabellos (silencio).

Plaza de la Malagueta. 12 de agosto. Primera corrida de feria. Media entrada.

Ovación para el ganadero por el cuajo y la seriedad de toda la corrida

Por cierto, una ovación para el ganadero por la presentación de la corrida, por el cuajo y la seriedad de toda ella, y también por su juego en general, alejado del toro artista, y más propio del animal que ofrece el peligro, la dureza y la dificultad propia de esta fiesta. Todos aprobaron en los caballos y acudieron al tercio final con variada capacidad para embestir con casta y buena dosis de nobleza, a excepción del segundo, sosísimo, y el quinto, muy deslucido.

Ocurre, sin embargo, que nadie está preparado ya para estas corridas. El espectáculo taurino está muy desvaído y más bien parece una imitación de ballet que una pelea heroica. Quizá, por eso, se valora menos la labor de un lidiador puro como Barrera, al que no le adorna el sentido del pellizco del sentimiento, tan propio del toreo actual.

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Quede constancia, no obstante, de su gallardía, de su torería y de su ardor, a pesar de que nunca ha roto como gran figura y ha sido muy castigado por los toros.

Puso todo su corazón ante el cuarto y consiguió pasajes muy estimables de buen toreo, especialmente sobre la mano derecha. Mejor estuvo, quizá, ante el primero, un toro imponente, grandón, un tío, duro y correoso, de repetidora embestida, que exigía una enciclopedia de técnica y corazón. Muy serio, firme, seguro y centrado se mostró el torero en todo momento. Consiguió embeber al toro en la muleta y le robó varias tandas meritorias de derechazos preñados de torería. El animal se quedó pronto sin fuelle y la faena se vino a menos. Quedó patente, no obstante, el momento de espléndida madurez de un matador en sazón, de esos que nunca ocupan las primeras filas de las ferias de postín, pero que merecen el respeto y el reconocimiento de todo aquel que se sienta aficionados a los toros.

Peor suerte tuvo el madrileño Fernando Robleño, que debutaba en esta plaza y se fue en silencio, tal y como vino. La verdad es que su lote no le ofreció posibilidades de triunfo. No se le ve, en principio, que siga siendo el león de sus primeras temporadas, pero no es menos cierto que no se puede estar rugiendo toda la vida. Una birria por su enorme sosería fue el segundo, sin motor, sin casta y sin sangre en las venas; y muy complicado resultó el quinto, el más dificultoso de toda la corrida, ante el que desistió muy pronto.

Y allá que estuvo serio y torero esa eterna promesa de Utrera llamada Luis Vilches, exquisito en sus maneras, muy castigados por los toros, y que no encuentra el modo y la manera de despegar como torero. Allá que andaba entre los pitones astifinos del desclasado tercero y era inevitable el recuerdo de su última cogida, grande como casi todas las que ha sufrido este hombre, por lo que se acrecentaba el respeto debido y no siempre reconocido. Se peleó con gallardía, estuvo por encima de su oponente, pero no destacó; como tampoco lo hizo ante el sexto, de escaso fuelle. Para seguir adelante hay que estar mejor.

Quede constancia de los dos buenos pares de banderillas de Curro Trillo, de la cuadrilla de Vilches, que se acercó a los toros con despaciosa torería y clavó en todo lo alto; por las mismas razones, honor para Paco Peña y Ecijano II.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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