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La inversión extranjera cae un 75% desde 2005

La compra de Censa por un grupo chino es una de las pocas operaciones de 2011

Pruebe a teclear en Internet "invertir en Galicia". Le saldrá como primera opción una web del Igape, instituto dependiente de la Consellería de Economía, que enumera las enormes ventajas que esta tierra ofrece al capital privado de otros países. Desde una tasa de criminalidad bajísima, (la mitad que la del resto de España), hasta 110 polígonos industriales con 47 millones de metros cuadrados de suelo, casi todos, por lo que parece, con oferta para construir una nave mañana mismo. Eso, amén de una presión fiscal (porcentaje entre lo que se paga en impuestos y seguridad social en relación al PIB), cinco puntos "por debajo de los países de nuestro entorno" y de que "la flexibilidad en las relaciones laborales permite un mercado ágil y dinámico".

Galicia no está en "el imaginario de los inversores", según un estudio

El caso es que la publicidad parece no ser suficiente. Las estadísticas de inversión extranjera en España que periódicamente publica la Secretaría de Estado de Comercio Exterior, con sus limitaciones, -porque no tienen en cuenta el dinero que inyectan multinacionales ancladas en territorio nacional-, reflejan una caída lenta pero sostenida de la inversión foránea. Si se toma por grupos, de cinco en cinco años, en la primera mitad de la década anterior la llegada de dinero del extranjero sumó 1.655 millones de euros, un 75% más que el agregado de las inversiones recibidas entre 2006 y 2010 (apenas 398 millones). Despuntaba en el primer tramo de 2000 el sector del automóvil, en el que compañías como Faurecia, GKN, Prevent, Benteler o Denso instalaron nuevas fábricas en la órbita de Citroën. Los problemas comenzaron justo antes de que estallase la burbuja. En 2006, la compra realizada por firma suiza Lonza Group de la farmacéutica Genentech, instalada en O Porriño representó el 76% de los registros. Un año después, el sector primario acaparó el mayor volumen de capital extranjero en una sola operación: la instalación acuícola de la noruega Stolt Sea Farm.

Según un reciente informe del Centro de Estudios de Novacaixagalicia, la inversión extranjera acumulada se eleva a 2.893 millones de euros y genera (datos de 2009) 50.241 empleos directos. En la clasificación nacional, esas cifras sitúan a la comunidad como la novena más interesante para el capital foráneo. No está, a juicio del estudio, "a la altura de la importancia que tiene la economía gallega a nivel nacional, ni a la de su fortaleza exportadora".

Para los economistas, Galicia presenta dos problemas: la "ausencia de posicionamiento en el imaginario de los inversores" y un clima de negocios "manifiestamente mejorable, en el que a las debilidades del marco inversor español han venido a unirse debilidades propias, en particular la ausencia de suelo industrial". Las debilidades del marco inversor empiezan por algo tan básico como la dificultad de crear una empresa. Hacen falta hasta 13 procedimientos distintos y un mínimo de 61 días, según los indicadores de Investing Across Borders, organismo del Banco Mundial.

En el ámbito doméstico, las dificultades para ofrecer suelo industrial barato y con todos los servicios quedaron en evidencia con los intentos que el año pasado realizó Mitshubishi para abrir una fábrica en el polígono de Salvaterra. En 2011, la compra de Censa, una empresa de calderería propiedad del presidente del Celta Carlos Mouriño, por parte del grupo chino Citic y la instalación de la multinacional Snop en Vigo pueden ayudar a enderezar la estadística.

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