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Columna
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Sobrevivir

Tomàs Delclós

Supervivientes le ha dado a Telecinco un holgado liderazgo en las audiencias. El problema es que el concurso terminó en su día y no era lógico que se abandonara este tesoro. Y no lo hacen. En La Noria entrevistaron... a la presentadora. En Sálvame hay un rinconcito diario para rememorar el evento. Telecinco ha hecho programas especiales para alimentar el filón.

El jueves celebraron uno de más de dos horas, y en el mismo ya se anunció un Enemigos íntimos sobre lo mismo para la semana próxima. Que no decaiga.

La ganadora del concurso, que dice haber descubierto una segunda juventud, está cada vez más puesta como banderín de las "tías" de cincuenta años que no han sabido vivir, demasiado sometidas a maridos, mamás, hijos... El jueves fue la protagonista absoluta del evento. Lo más buscado era que contara secretos de alcoba, tras el reencuentro con el marido -¿infiel?-, y satisfizo generosamente esta demanda.

Hay quien se resigna a ser una comparsa y lucir fugazmente un culo que, aclara, no está operado, y quien trabaja a fondo para ocupar un puesto relevante en esta troupe. La chica a quien le ha tocado el papel de mala lo teorizó descaradamente dirigiéndose al presentador: está convencida de que triunfará como comunicadora porque, como él, "los dos hemos sido muy odiados". Hubo otro superviviente que manifestó su deseo de ser presentador. Debe estar buscando otro nicho televisivo porque habló de estos deplorables "circos", palabra que molestó al presentador titular de esta saga. Y recibió la reprimenda inevitable de la mala de la película, que lo trató de necio por "morder la mano que le da de comer". Había algo de apasionante metalenguaje en estos parlamentos, aunque sus autores no lo supieran.

Es tedioso, o no tanto, ver cómo se volvió impunemente a los mismos temas que han ocupado a la troupe las últimas semanas, como si fueran importantes e inéditos, y la tranquilidad con que se llaman "hija de puta" sin que esto tenga otra consecuencia que esperar a otro programa para que el insultador sea el insultado.

Y todos tan contentos. Y parece que por mucho tiempo.

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