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Reportaje:TOUR 2011 | Undécima etapa

El Tour de los chubasqueros

El habitual calor de julio deja paso al mal tiempo cuando la carrera ya mira a las montañas

Llueve en Blaye-Les-Mines, salida de la última etapa antes de llegar -por fin- a los Pirineos. Llueve copiosamente, pero eso no impide que los corredores salgan igual de excitados que todos los días. En el kilómetro 13, relativamente pronto, se forma la fuga del día.

Sigue lloviendo durante todo el día atravesando la comarca del Tarn. La lluvia remite por momentos, pero el asfalto mojado mantiene los cuerpos húmedos durante la travesía. Cuando parece que el tiempo mejora y que la lluvia dará una pequeña tregua, comienza a llover violentamente en la meta de Lavaur. El pelotón aún está a una veintena de kilómetros y allí no parece que caiga agua aún -aunque el asfalto sigue igual de oscuro que antes, es decir, mojado-, pero en apenas unos kilómetros se encuentran de nuevo con la tormenta que ya no les abandonará hasta la misma línea de meta.

Llueve en Francia, llueve en julio, llueve en el Tour. Lo que debería ser una anécdota se ha convertido en este Tour en algo habitual. Cada día, proliferan los chubasqueros. Para la lluvia sobre la bici, uno nunca está preparado. Lo puedes llevar mejor o peor, pero a nadie le resulta agradable. Por mucho que sí que es cierto que el frío no ha aparecido y que con estas temperaturas, el agua es un poco menos molesta. Pero al Tour uno viene mentalizado a pasar calor, a estar todo el día embadurnado en crema protectora para evitar las quemaduras solares, sabiendo que las quemaduras de asfalto son menos evitables, más cuestión de fortuna.

La fuga aguanta unos kilómetros más de los previsibles teniendo en cuenta su exigua ventaja, la lluvia se convierte en su aliada. En los relevos de un grupo de 6, la lluvia es un inconveniente, pero en el pelotón, es tal la cantidad de agua que escupen las ruedas de los corredores que te preceden, que la incomodidad alcanza cotas mayores. Lars Boom lo intenta a la desesperada en los últimos 4 kilómetros, abandonando a sus compañeros de fuga y probando fortuna en la distancia de una de sus especialidades, los prólogos. Pero 2 kilómetros después ve que no hay nada que hacer.

"Mi punto más peligroso es la aceleración", dijo Cavendish después de ganar su tercera etapa. Así que se cuidó mucho el británico de no hacer coincidir este momento con su paso por uno de los abundantes pasos de cebra. Fenomenalmente lanzado por su equipo una vez más, ayer el inglés no se vio sorprendido por la velocidad de Greipel, su antiguo compañero al que alabó por su pericia técnica del día anterior.

Así que en la lluvia de Lavaur, los dos antiguos compañeros, hace no mucho enemigos y ahora amigados de nuevo siendo rivales, se intercambiaron los papeles del día anterior, vencedor y vencido. Ahora la carrera mira a las montañas y llegan las oportunidades para otros, a estos sólo les queda un par.

Y además, las previsiones indican que hoy lloverá. Aunque en las montañas, no hay que fiarse demasiado de las previsiones, y menos en este Tour.

El pelotón rodando bajo la lluvia en la etapa de ayer.
El pelotón rodando bajo la lluvia en la etapa de ayer.PASCAL ROSSIGNOL (REUTERS)

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