Por fin empieza el Tour
Contador, preparado para la triple batalla de los Pirineos que comienza hoy con la llegada a la mítica cima de Luz Ardiden
Hay preguntas que sobran, que están de más, preguntas que no valen para nada y que abocan a quien las hace a merecidas respuestas inanes, pero preguntas que hay que hacer porque son las que se hace todo el mundo.
Preguntas que Bjarne Riis, por ejemplo, responde invariablemente con un "puede ser", un "depende" o un "es un poco pronto". Preguntas que van, por supuesto, sobre lo que harán él, su equipo y Alberto Contador a partir de los Pirineos, donde el Tour de las tormentas, la última etiqueta que se ha ganado a pulso la edición de 2011, por fin comienza. Después del Johnny be good de la víspera, dedicado al sangrante Johnny Hoogerland, el pelotón, más sombrío ayer, entonó el Riders on the storm entre bocanadas de vaho sobre bicicletas que dejaban sobre el asfalto estelas de esquiadores náuticos.
"¿Qué rodilla?", dice Contador, feliz porque anuncian lluvia en los Pirineos
"Depende, ya veremos, hay que esperar", responde cuando le preguntan si atacará
Por ejemplo, ¿qué habría respondido Alberto Contador si se le hubiera preguntado la víspera si iba a atacar en el Etna, el primer puerto del último Giro, en el que ganó y consiguió la maglia rosa? Exacto, lo mismo que respondió ayer cuando se le preguntó si atacaría en Luz Ardiden: "Depende, ya veremos cómo se desarrolla la carrera, hay que esperar". Contador, a más de minuto y medio de sus rivales para la victoria final, no parece sentir la misma urgencia que la afición que le urge a empezar a recuperar terreno en cuanto la carretera se empina. En un Tour que aún no ha empezado, y que después de tres duros días pirenaicos gozará de otros tres alpinos y una contrarreloj en la última semana, la urgencia que puede guiarle al campeón de Pinto es, en todo caso, más de tipo estético-histórico que táctico, la misma que le llevó en 2007, por ejemplo, a marcar Plateau de Beille, el puerto que solo han coronado ganadores de Tour (Pantani, Armstrong, él mismo), como objetivo en 2007.
Una cuestión de estilo, pues, y doble, le incita en Luz Ardiden. Por un lado, allí, aparte de Cubino y Laiseka, han ganado Indurain y Delgado, los dos españoles ganadores de Tour en que más se reconoce Contador. Es un objeto de coleccionista. Por otro lado, uno que tiene que ver también con su instinto de campeón, Luz Ardiden, a donde se llega hoy tras 211 kilómetros y tras pasar la insólita Hourquette d'Ancizan, paralela al Aspin, y siempre el Tourmalet, es también la primera gran llegada en alto del Tour, donde es obligatorio marcar el territorio. Como dice Contador: "De las tres etapas pirenaicas, la primera, porque es la primera, y la de Plateau de Beille, el sábado, porque es la más dura, son igual de importantes".
Riis, en su papel misterioso, mantiene que en la reunión táctica de hoy en el autobús no se plantearán más que diferentes variables tácticas, que ellos no serán activos ni reactivos, sino depende, que quizás manden corredores a hacer de cabeza de puente o quizás no, que esperarán a ver. Quizás, siempre quizás, recuerde cómo el mayor despliegue que se recuerda en las faldas del Tourmalet, el que él mismo ordenó en 2008, cuando dirigía el CSC de los hermanos Schleck y Sastre, para eliminar a Valverde -recuerden, Cancellara y Voigt como apisonadoras a 2.000 metros de altura-, terminó en cierta forma como un tiro por la culata. Valverde, en efecto, perdió seis minutos, pero su favorito, Andy, perdió nueve. Ganó el Tour, sin embargo, con Sastre, sin esperarlo. Riis solo afirma cuando dice: "Estamos preparados".
Hay preguntas inevitables. Y, llegado el día, respuestas necesarias. "¿Rodilla? ¿Qué rodilla?", dice Contador, feliz porque anuncian lluvia en los Pirineos.
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