Muerte y destrucción: diversión asegurada
Robert Aldrich es uno de esos cineastas mucho menos conocido que sus películas. Porque poca gente conoce su nombre, pero más títulos como Doce del patíbulo, ¿Qué fue de Baby Jane?, Canción de cuna para un cadáver, Apache, Veracruz, Rompehuesos y su último trabajo Chicas con gancho, con el recién fallecido Peter Falk. Su ductilidad en los géneros puede que procediera de sus inicios como ayudante de dirección de Jean Renoir, Joseph Losey y Charles Chaplin. También fue uno de los puntales de la mezcla violencia y crítica social, un cóctel que cualquier director hoy sirve decorando su asado. Y, más aún, fue el primer indie autofinanciado, porque durante años produjo en su estudio sus propios títulos.
La Filmoteca recupera en verano sus mejores trabajos, y el martes (18.00) le toca el turno a Doce del patíbulo: aventuras y género en grado superlativo. Hace años a filmes así los calificaban de diversión asegurada: Lee Marvin, Cassavetes, Terry Savalas, Charles Bronson, Robert Ryan, Kennedy, Borgnine, la Segunda Guerra Mundial, una panda de perdedores y diálogos como sílex. Insuperable.
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