"Adoro a Messi por mis hijos"
Aitana Sánchez-Gijón viene a la entrevista con zapato plano, gafas de sol y una camiseta de rayas horizontales. De lejos, y de cerca, esta mujer elegantísima parece aún más joven y es más guapa aún de lo que parece. Esa belleza de Aitana, que ha podido y puede admirarse en el cine, en el teatro y en la vida, pues es una mujer comprometida y expuesta, es tan solo uno de los componentes del genio cierto de su elegancia.
Así que, nada más verla, la admiras por el conjunto de lo que representa y, por tanto, da gusto escucharle conversar. Cuando le dijimos que queríamos hablar con ella sobre los deportes que ha practicado o que ha visto, confesó enseguida que esa es una experiencia remota y que ahora casi todo lo que ve es porque la familia lo impone.
Por la familia (por los hijos) adora a Messi ("adoro a Messi además porque les firmó una camiseta") y mira los partidos del Barcelona: "Para ellos, el Barça es el que gana" y, a esas edades (ella tiene siete años y él 10), los chicos son de los vencedores.
Ella mira con simpatía también el fútbol del Atlético, pero la base de sus sentimientos, aquellos en los que se educó, está en el baloncesto.
Ahí, en el baloncesto, fue muy deportista: "En mi tierna juventud". Cuando era una niña. Estuvo en varios equipos escolares y con uno de ellos ganó un campeonato. "Mi puesto era el de base. Se me daba muy bien organizar el juego y era buena en la defensa". Características que acaso ha tenido que poner en marcha luego, cuando la vida fue en serio y hubo de combatir para que su inteligencia se impusiera en el cine o en el teatro y para poner orden en los entresijos del cine cuando fue presidenta de la Academia.
Habría dado de sí, por esas características que desarrolló en el baloncesto, para estar al frente de un Ministerio de Cultura, pero esta mañana soleada, en la que luce ese aspecto de escolar recién salida de la ESO, no quiere ni oír hablar de burocracias. Es una actriz, punto, y no para de serlo.
Era también del voleibol y del balonmano, pero su sitio en la cancha era el baloncesto: "Era la época de Corbalán, de Epi, de Romay... Esos eran mis ídolos, pero el ídolo de veras, el que iba más con mi posición, era Corbalán".
Ahora ve poco baloncesto y poco fútbol: "Me aburro, desconecto". Pero cuando están los hijos y el marido en casa, ellos conectan y ella confiesa conectar, "enchufar", muchísimo. "Realmente, veo los partidos del Barça y disfruto y grito... Pero no me hago un plan para ver fútbol. Si estoy en casa y lo están viendo en la tele, me incorporo. Pero si he de ir a una función que tenga pendiente, prefiero ir a la función. Me gana ir al teatro".
Aitana ha ido al campo alguna vez -"al Calderón, porque tuve un novio del Atlético"-, pero lo suyo no es el graderío... "Aunque desde ahí se ve un gran espectáculo, como el del circo romano: las masas gritando a los gladiadores, pequeñitos allá abajo, disputándose una pelotita... Puede llegar a ser apasionante". Vio el último Mundial y se alegró del triunfo español, pero entre sus pasiones no está considerar el fútbol como la más gloriosa de las actividades patrias.
"Lo que me gusta es el fútbol, verlo como un juego", aclara. Y ahora, viendo los partidos de la selección española y los del Barça, puedes ver una danza preciosa: carambolas, escenas de verdadero vals...". Pero no le engancha.
Le engancha cuando su marido, argentino, y sus hijos, del Barça y de Messi, gritan como posesos. Esa es otra pasión, no es la de la grada. Es la de la grada en familia.
Ensayo con Mario
- Aitana ha sido actriz dos veces ya en obras teatrales en las que el único compañero era Mario Vargas Llosa, el último premio Nobel de Literatura. Una experiencia intensa de la que ha nacido una buena amistad. En el Europeo de 2008, ambos estaban ensayando, en los Jardines de Sabatini, en Madrid, Las mil noches y una noche, poco antes de que empezara uno de los partidos más importantes de España. Cuando iba a comenzar, Joan Ollé, el director, suspendió el ensayo, se fueron a toda prisa a casa de Mario, donde Patricia Vargas había preparado unas pizzas, vieron el primer tiempo ("vimos a Mario saltar de alegría o de emoción, tirarse al suelo de desesperación"), pero, luego, puntuales, lo recogieron todo y se fueron otra vez al sitio del ensayo. Profesionales (como los del campo), tenían que seguir la tarea de preparar la fábula que luego habrían de interpretar: "Un actor serio es Mario". Como ella. Ganó España, por cierto. En Europa, ese es el equipo de Mario, aparte del Real Madrid.
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