Más empresa y menos Estado
Las empresas valencianas están en el momento más difícil de los últimos cuarenta años. Y esta situación precaria se debe a dos razones: a la crisis económica mundial y a que las empresas de Castellón, Valencia y Alicante, en su conjunto, padecen la desunión y la anemia organizativa más grave desde que, el 26 de mayo de 1981 se constituyera Cierval, es decir, la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana, bajo la presidencia de Vicente Iborra Martínez. Sus estatutos fundacionales recogen que sus fines son representar y defender los intereses generales y comunes del empresariado en la sociedad, ante la Administración, los órganos autonómicos, los sindicatos, y ante las entidades públicas y privadas. Esa era la intención de quienes promovieron la entidad de representación empresarial con capacidad de ser interlocutor entre los empresarios de la Comunidad Valenciana y sus instituciones autonómicas, en primer lugar, y la Administración central y otras asociaciones empresariales del territorio español.
A partir del 5 de julio Cierval se dispone a estrenar su quinto presidente, José Vicente González, quien en su perfil organizativo se ha distinguido por contribuir al saneamiento financiero y económico de la Confederación Empresarial Valenciana desde que accedió a la presidencia y con la legítima intención de que esta organización empresarial recuperara su autonomía económica, es decir, su libertad ante los poderes públicos y los privados.
Habitualmente se ha pensado que los contrincantes naturales de los empresarios son los representantes sindicales, con los que hay disparidad de opiniones. Sin embargo, cuando se analiza la trayectoria histórica de las organizaciones empresariales, se observa que las principales trabas a su desarrollo y potenciación han provenido, casi siempre, de instancias empresariales y de los partidos políticos y de los poderes públicos.
Esta consideración puede servir para entender mejor esta realidad, constatable en las grandes batallas empresariales y sobre todo, en la estéril disputa entre patronales y Cámaras de Comercio, que ha sembrado de discordia el difícil camino de consolidación de las entidades económico-empresariales.
Hay un punto de partida que no se ha de perder de vista: la economía y las empresas requieren organizaciones que defiendan sus intereses y que les ayuden a despejar el horizonte, para sobrevivir con posibilidades de éxito. Si urge crear empleo estable, es preciso fortalecer el tejido empresarial. Las empresas tienden al individualismo, por su propia esencia liberal, y han de vencer esa limitación participativa, mediante esfuerzos asociativos que les ayuden a sentirse parte de un todo, más allá de cada uno de los sectores y de las actividades que desempeñan. Para alcanzar el equilibrio económico territorial no es posible pensar solo en industrias o en comercios, en construcción o en turismo, en agroalimentación o en transporte. Las lecciones a asimilar pueden venir de la empresa pequeña, de la gran compañía multinacional o del sector cooperativo, que es uno de los que mejor capea los efectos de la crisis, porque cree y se apoya en los demás para crecer y sobrevivir.
Las empresas valencianas están obligadas a refundar sus organizaciones y realidades representativas. Cierval podría ser un buen inicio para un trabajo arduo que requiere líderes con autoridad y credibilidad. Ser creativos, vitales, generosos y eficaces, son las facultades que requieren los nuevos líderes empresariales para llegar a todas las comarcas de la Comunidad Valenciana. O se sale de la crisis todos juntos o no se sale. Los políticos que se dediquen a hacer bien su trabajo, desde el Gobierno y desde la oposición.
Las organizaciones empresariales, que sean y que se sientan independientes, al margen de los condicionamientos políticos. Así serán útiles a la sociedad y cumplirán su papel sin interferencias ajenas a sus prioridades. Todo un reto.
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