Bill Haast, el investigador inmune a las serpientes
Consiguió antídotos contra algunos venenos mortales de los reptiles
Si alguien muere pasados los 100 años se puede pensar con lógica que ha tenido una vida tranquila, sin excesos, aparte de haber sido un afortunado con la herencia genética. Pero siempre hay excepciones. Por ejemplo, Bill Haast, fallecido el pasado día 15, y que el próximo 30 de diciembre hubiese cumplido 101 inviernos. Quizá es que su vida se tenía que medir por centenares. Como las mordeduras de serpientes que sufrió en una vida dedicada a los reptiles venenosos. Haast fue un personaje singular, científico, investigador y para algunos un loco por sus arriesgados métodos. Pero gracias a ellos salvó una veintena de vidas, al conseguir antídotos contra venenos mortales e incluso empezar a usar sus efectos para curar otras enfermedades.
Haast nació en 1910 en Patterson (Nueva Jersey), de padres con origen alemán. Ya a los siete años tuvo en sus manos una serpiente y a los 12 sufrió el primer mordisco; a los 19 compró su primera cascabel en una tienda de Florida y ahí empezó su segunda atracción. El Estado sureño era un paraíso para lo que quería en su vida. En 1929 "bajó" por primera vez, pero la gran depresión le obligó a regresar al norte. Trabajó como mecánico de aviones y en cuanto pudo volvió a Florida. Su sueño era crear un auténtico santuario para las serpientes y lo logró en 1948, tras la II Guerra Mundial. Al regresar de viajes a África y Asia para llevar comida y medicinas, se traía serpientes.
El Serpentarium de Miami, en Pinecrest, en la U-1 que recorre Florida de norte a sur hasta los Cayos, estuvo abierto hasta 1984. Ahora hay un McDonald's y un centro comercial. Allí efectuaba Haast demostraciones ante el público e investigaba sobre cómo controlar los efectos de los venenos. Él mismo se inoculaba pequeñas cantidades para vacunarse. También trató de sacar adelante medicinas contra la polio y la distrofia muscular, pero la FDA (Agencia Federal de Medicamentos) se lo acabó prohibiendo.
La muerte de un niño en 1977, al caer a la laguna donde había un cocodrilo, fue una tragedia que marcó el principio del fin del Serpentarium. Haast se fue a Utah, donde pasó seis años, pero Florida le seguía tirando y volvió.
Hace pocas semanas, un niño salvó la vida tras ser mordido por una víbora en el jardín de su casa, gracias a los servicios en el sur de Florida para actuar rápidamente sobre las mordeduras. Haast se siguió autovacunando hasta 2008. Murió de causas naturales.
Al hombre que sobrevivió a las serpientes, sin embargo, le llegó tarde la última invasión de reptiles. El Parque Nacional de los Everglades, en Florida, se ha convertido en un lugar de cacería. El objetivo es controlar -difícilmente se puede erradicar ya- las enormes pitones birmanas, que se han reproducido al ser abandonadas por sus dueños al crecer.
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