La guitarra que quiso ser voz
Tomatito cierra el festival Suma Flamenca, en el castillo de Buitrago del Lozoya, donde presentaba 'Luz de guía', que repasa toda su trayectoria
Un cielo abierto. Era el escenario idóneo para él porque estar bajo el mismo techo durante mucho tiempo no le gusta. José Fernández Torres, Tomatito, se define como un "ciudadano del mundo" y así lo demostró anoche entre las ruinas del castillo de Buitrago del Lozoya, en un concierto que sirvió de broche al festival Suma Flamenca. A los gritos de "Tomate" salió al escenario, y a partir de entonces solo se vio interrumpido por los aplausos y por los "oles", algunos más oportunos que otros.
Presentaba Luz de guía, el programa que repasa su vida con la guitarra a cuestas, y en el que se dio un paseo por su discografía, desde los años ochenta hasta sus últimas colaboraciones con el pianista Michel Camilo. Tomatito, almeriense y heredero del toque de las peñas flamencas, tiene en el castillo su reflejo. Siempre creyó que el verdadero arte flamenco está en el cante, por lo que lleva años soñando hacer con la guitarra lo que los cantaores hacen con los quiebros de la garganta.
Siempre creyó que el verdadero arte flamenco está en el cante
Durante este repaso a la banda sonora de su vida, mantiene los ojos cerrados, como las ventanas tapiadas de la fortaleza. En su forma de afinar está la sencillez barroca que lo caracteriza, por eso el público se mantiene en silencio mientras recorre una a una las cuerdas creando una de esas armonías sencillas, pero sorprendentemente hermosas, que recuerdan al Romance del pescador de El amor brujo de Falla.
Sale con cuerpo de baile, músicos y palmeros, pero parece que en el escenario solo haga falta su presencia. Sin embargo, se mantiene como en un segundo plano. Es la mayor lección que aprendió con el maestro al que acompañó durante 20 años: Camarón de la Isla. Fue la sombra del cantaor desde los 15 años y siempre le estuvo agradecido por haberlo elegido como compañero de viaje. De hecho, en su toque está esa necesidad de hacer con la guitarra los quiebros que a Camarón le salían sin pensar.
La guitarra serpentea y Tomatito surca décadas de música con sus manos vigorosas y endurecidas por tantos años de conciertos y de inquietud. Como las torres del castillo, transformadas en pulidos clavijeros de guitarra, el músico ha ido cambiando la pureza flamenca que vivió junto a Camarón por otras maneras de entender el toque. Ha hecho sus incursiones en el jazz -siguiendo los pasos de Paco de Lucía- con Chick Corea y se ha atrevido con los tangos de la Argentina clásica de Piazzolla.
Hace casi 20 años de la muerte de Camarón, pero parece que, cuando toca, Tomatito lo siga escuchando. Como el castillo de Buitrago, Tomatito se quedó desangelado con la muerte del cantaor y necesitó un tiempo para atreverse a volar solo. Este concierto para volver la mirada atrás es un presagio de que lo ha conseguido. Pasa del tanguillo a la bulería, del bolero a la bossa nova y del romance desgarrado a la improvisación entusiasta.
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