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Columna
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La fábrica de Grandes Hombres

Hay hambre de grandes líderes, de jefaturas superlativas. Las clases bienpensantes y bienestantes claman por salvíficos nuevos liderazgos que vengan certificados por fascinantes carismas en el ágora o por exitosas credenciales en los mercados. La orfandad directiva de la sociedad gallega se macera con la morriña de los Grandes Hombres (sí, solamente de Grandes Hombres, que una buena parte de nuestra Real Academia y el país conformista insiste en privarse del talento y la inteligencia de las mujeres).

Otro tanto acontece en España. Según desolados diagnósticos, la retirada de las grandiosas figuras de la Transición dejó paso a tristes políticos de bajo perfil, razón que, en su idea, engorda el descrédito de la política y hace suspirar por Felipe González, Jordi Pujol o Adolfo Suárez; o que, entre nosotros, abona nostalgias de Manuel Fraga, Francisco Vázquez e incluso de otras, mucho más motivadas, como las de Xosé Manuel Beiras o Barreiro Rivas. Un espejismo. En Anatomía de un instante de Cercas sobran pruebas de la (des)consideración que las gentes de orden tenían con Suárez a las puertas del 23-F. No hay que tomarlo a mal; la percepción de los acomodados subvierte los fundamentos de la óptica: cuanto mayor es la distancia, más crece la figura de los Grandes Hombres de otros tiempos.

A Castellano le otorgan un doble papel: es arquetipo del Experto y le atribuyen además el rol de Creador

En La Distinción, Pierre Bordieu identificó el trazo diferencial de las élites (más o menos ilustradas); son aquellas personas a las que se le atribuye (o se atribuyen) la máxima autoridad para diferenciar el "cómo debe ser" del "cómo no debe ser". En nuestro frágil ecosistema político, cultural y económico, los Grandes Hombres son los ejecutores prácticos de cómo deben ser las cosas en estos tiempos inciertos; ellos son los indiscutibles gestores de las únicas alternativas que son merecedoras de ser calificadas como posibles y deseables; son los agrimensores del campo de la Realpolitik.

A día de hoy, nadie duda en situar a José María Castellano en lo más alto del muy selecto club de Grandes Hombres. Su irrupción como timonel del proceso de bancarización de NCG fue recibido con un estruendoso aplauso mediático y político y con un igualmente sonoro suspiro de alivio en Monte Pío. Etiquetado como uno de los 50 directivos más valorados del mundo, sus logros empresariales son aventados como un solvente aval para acometer con éxito la nada fácil labor de capitalización del nuevo banco.

En el acto de presentación en sociedad de la cúpula del naciente banco, Núñez Feijóo, entregado a euforias, no reparó en modestia y se autotituló, junto con Mauro Varela, Julio Fernández Gayoso y José María Castellano, como representantes de "Galicia entera". Seguro que nuestro presidente no hablaba tanto de geografía como de la cartografía del auténtico poder, del poder efectivo sobre nuestra economía regional preferente y del dominio conservador en las institución de nuestro autogobierno nacional y, ahora también, local.

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A la escritora y periodista Doris A. Graber le gusta recordar que "los candidatos

[vale decir también los Grandes Hombres], como los actores, dependen del éxito tanto del papel que le asignen como de su habilidad para actuar". En el storytelling de sueños y aspiraciones de los círculos de poder, a Castellano le otorgan un doble papel: él es el arquetipo del Experto y le atribuyen además el rol de Creador. A ver cómo interpreta sus papeles estelares. En nuestras narraciones de ayer y de hoy, el Experto es quien sabe mucho y saber es lo que le permite hacer. El Creador, sin embargo, además da vida a mundo soñado, ideal, nunca antes materializado.

Castellano va a precisar de mucha fortuna para poder convertir en grandiosos beneficios la ruina que le heredan generosamente sus dos copresidentes Gayoso y Varela. No obstante, una corriente de entusiasmo y triunfalismo recorre la sociedad patricia gallega; se confía en su providencial capacidad directiva para atraer los capitales precisos que garanticen la sostenibilidad del proyecto de bancarización (y los golosos lucros que adornarán su gestión en el futuro), pero también para que sea el Creador de una entente cordial entre los lobbies financieros y mediáticos del Norte y del Sur alrededor del Nuevo Banco Gallego, viga maestra de una nueva y espléndida Galicia.

Acabo. Por si tienen dudas, la narración triunfal de la hegemonía conservadora en los negocios y en la política reserva a Nuñez Feijóo el papel de gobernante indiscutido. Cada vez que encuentren juntos a José María Castellano y al presidente Feijóo, recuerden que dos grandes potencias se saludan. A sus pies nos debemos rendir la Galicia plebeya.

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