"Si gano la etapa, a casa"

Tejay van Garderen, un yanqui de Montana y educación holandesa, debuta en el Tour. ¿Qué es lo que más le ilusiona?, le preguntan. "La fiesta del último día", responde riendo, con desparpajo. A José Joaquín Rojas, murciano de Cieza, en vísperas de su tercer Tour, no le importaría en absoluto perderse el momento gozoso de la liberación final, antes al contrario. "Te lo juro", dice riéndose también. "Si gano la primera etapa, al día siguiente me vuelvo corriendo para España con el maillot amarillo, para que no me lo quite nadie".

Lo que dice no es imposible (no lo de volverse, sino lo de ganar la etapa, claro), pues dadas las características del campeón de España, casi sprinter rápido y potente, veloz y atrevido en pelotones no excesivamente numerosos, la llegada al Mont des Alouettes (de las alondras: dos kilómetros al 5% de desnivel después de varios kilómetros de rotondas), hoy, es una de las más apropiadas. "Claro, que estará Gilbert", recuerda Rojas, "que en este tipo de llegadas es prácticamente imbatible. Y también Hushovd, el campeón del mundo". Ambos llevan maillots distintivos, únicos. A Gilbert se le podría envidiar por su palmarés, por las tres grandes clásicas consecutivas (Amstel, Flecha y Lieja) que ha ganado esta primavera, por su turbo cuando la carretera se transforma en repecho, pero Rojas lo envidiará hoy, gane o pierda, por la explosión de color de su maillot de campeón de Bélgica, rojo, amarillo, negro. "Se le distinguirá desde cualquier parte, en cambio a mí... Ya me gustaría ir de rojo y amarillo de arriba abajo, pero me temo que en este equipo prefieren la discreción". Y no es tanto una cuestión de españolismo exacerbado, sino de sentirse diferente: ¿no es acaso el mejor premio para el campeón de España llevar un maillot distinto al de todo el mundo?

Su equipo es justamente el Movistar, heredero directo del Banesto, el primero que se atrevió a relegar los colores de la bandera, que habitualmente ocupaban todo el maillot del campeón, a un mero toque testimonial, un detalle, un recordatorio. "Pero aquello", dice José Miguel Echávarri, director del equipo entonces, "estaba justificado porque Indurain, el mejor del mundo, un icono, tenía que estar permanentemente identificado con los colores del banco, pero con otros corredores puede ser hasta positivo que se distingan por los colores diferentes". Como Gilbert, Chavanel, el campeón francés, es una bandera ambulante, o Sorensen, el danés, Wiggins, el británico y hasta Cancellara, el campeón suizo. "Lo que pasa", dice Francisco Fernández, uno de los dirigentes del equipo, "es que Movistar tiene una política muy estricta con sus colores corporativos, el azul y el verde, y los colores de la bandera tienen difícil encaje y combinación". Así pues, Rojas se tendrá que conformar con lucir en el Tour un maillot como el de Iván Gutiérrez, el campeón saliente, con una mínima banda rojigualda en el pecho, bajo los anagramas publicitarios, un diseño que le hacía parecer, según algunos, un policía nacional de uniforme. "Pero eso será solo temporal", dice Eusebio Unzue, el director del Movistar. "Estamos trabajando con la empresa en un diseño más colorido para las siguientes carreras. Ellos mismos se han dado cuenta de que será más visible y, por lo tanto, más publicitario".