Inercia en el FMI
Lagarde será una buena gestora si avanza en la apertura del Fondo a las economías emergentes
La tradición se ha impuesto una vez más en la designación del director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). La elección de la francesa Christine Lagarde alimenta la inercia creada tras los acuerdos de Bretton Woods, en 1944. Estados Unidos y Europa se asignaban, respectivamente, las máximas posiciones en las instituciones multilaterales creadas entonces, Banco Mundial y FMI. Si entonces esa práctica ya era cuestionable para organizaciones internacionales, la realidad económica y financiera actual acentúa los problemas que causa esa costumbre, bien distante de los buenos usos y gobernanza que exige la compleja realidad.
Keynes, en la conferencia fundacional del nuevo orden monetario internacional, hizo votos por un ecumenismo en la vocación y funcionamiento de esas instituciones. La universalidad está hoy mucho más próxima. Los 44 países que suscribieron aquellos acuerdos son ahora 180 y la legitimidad de sus actuaciones es superior a la vigente hasta la desaparición de las economías del bloque soviético. Aunque la misión original del FMI -la supervisión del régimen cambiario- desapareció formalmente en 1973, tras el abandono de la convertibilidad del dólar, su versatilidad técnica le ha servido para ocupar una posición central en la gestión económica y financiera global. En los últimos años, esa adecuación a las exigencias actuales ha sido evidente. De la mano del anterior director, Dominique Strauss-Kahn, el Fondo ha jugado un papel mucho más abierto y permeable, incluido el fortalecimiento de la representación de las economías emergentes en la institución.
Aunque la apertura no ha llegado hasta el punto de alterar la tradición en la elección del gerente, sí ha servido para discutir la inercia del dominio europeo en el FMI y estadounidense en el Banco Mundial. Lagarde puede ser una excelente dirigente, con especial habilidad para gestionar el mayor problema de dimensión financiera global existente: la crisis de la deuda soberana de la eurozona. Pero también podría haber sido un buen responsable de esa institución alguien con credenciales técnicas suficientes proveniente de una economía emergente. El mexicano Agustín Carstens, por ejemplo. Lo relevante es que, a partir de ahora, la democracia y la igualdad de oportunidades, el imperio de los méritos técnicos, en definitiva, se afiance sobre la tradición.
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