"¡No nos comíamos a los niños!"
Pedro Fernández (Concepción, Paraguay; 1946) jugó más partidos que nadie con el Granada en Primera (170 en siete temporadas, entre 1969 y 1976), pero no es recordado por eso. Estará asociado para siempre al grupo de Aguirre Suárez, Falito, Jaén, Montero Castillo..., integrantes a mediados de los años setenta de una de las defensas más expeditivas y con peor fama de la historia de la Liga.
Pregunta. Han pasado 40 años y siguen provocando un temor reverencial. ¿Qué hacían?
Respuesta. De partida, asustábamos a los delanteros simulando que nos íbamos a pegar entre nosotros. Las peleas nos salían muy bien y, claro, nos miraban sobrecogidos pensando "estos chicos tienen tan mala leche que hasta se pelean entre ellos", ¡ja, ja, ja! En el fútbol todo entra y nosotros éramos un plantel aguerrido y con oficio, con suficiente experiencia para hacernos un nombre en Primera. Aguirre Suárez imponía echando la bronca. Hasta yo me asustaba. Nos quedábamos con todos. Más allá de eso, llevábamos años jugando juntos y nos conocíamos con la mirada. Nuestro campo era de los más difíciles de España, tanto que nos ganamos el apelativo de matagigantes porque podíamos con el Madrid, con el Barcelona...
"Amenazábamos, sacábamos el codo... Había que ganar como fuera"
"¿Amancio? El árbitro no pitó ni falta. Fui el primer sancionado por televisión"
"En la ida de esa eliminatoria me patearon Velázquez, Pirri y él"
P. ¿Qué verdad había en lo de matagigantes?
R. No éramos unos matones ni unos cualesquiera: Aguirre Suárez había ganado la Copa Interamericana con Estudiantes, Montero Castillo se proclamó campeón mundial con el Nacional de Uruguay y Jaén fue a la selección. Éramos gente preparada. ¡No nos comíamos niños! ¿Cómo iban a permitirlo los árbitros? Entonces no eran como ahora, que dejan mucho que desear. Guruceta, como te dijera que bajaras el acelerador y no lo hicieras, te mandaba a la ducha. Un futbolista sabe hasta dónde puede llegar y nosotros dábamos un buen espectáculo: dos horas antes, el estadio de Los Cármenes estaba lleno.
P. Pues tenían fama de rompepiernas.
R. Amenazábamos, sacábamos el codo, teníamos estudiados a los rivales... Hacíamos casi de todo menos dejarnos barba y el pelo largo. Y una cosa importante: sentíamos la camiseta. Éramos contundentes, pero nobles. Además, había gente muy dura en todos lados, como Panadero Díaz en el Atlético... Si no hubiera pesado 85 kilos, jamás habría podido chocar con Santillana. ¡Qué jugador! Con el salto que tenía y lo bueno que era de cabeza, si jugase en la actualidad sería el pichichi todos los años. Nosotros tuvimos a Porta, pichichi en la temporada 1971-1972. Lograrlo con el Granada tuvo mucho mérito. Adivinaba por dónde vendría un rebote en el área, aparecía por el lado menos esperado. Se aprovechaba de la fuerza de Barrios, que se fajaba por detrás de él y en su camino no dejaba a nadie.
P. ¿Siempre central?
R. En Paraguay jugaba en la línea media. Era el seis, el que distribuía el balón. Pero, cuando llegué al Granada tras pasar por el Barça, en el que jugaba muy poco, el entrenador me puso de lo que él llamaba "el policía". Frente a los equipos más peligrosos, me venía y me decía: "Pedro, tú con ese". Y esa fue la labor que me tocó. Así empecé a impartir ley y orden, aunque por mi pasado de centrocampista sacaba bien el balón. El más difícil de marcar era Cruyff... Encima, debutó contra nosotros cuando no había la información de ahora, que tecleas en Internet y te enteras de todo.
P. El Granada llegó a estar formado casi exclusivamente por sudamericanos.
R. En concreto, por paraguayos y uruguayos, lo que dio pie a que nos conocieran como los granaguayos. Si nos elegían es porque siempre hemos tenido fama de defender muy bien. El fútbol es para pobres: con un balón ya nos podíamos entretener 20 chicos mientras que el tenis costaba mucho dinero. En las canchitas había muchos roces, mucho choque... Se aprende mucho. Por eso te salen tan buenos jugadores de los potreros. O creces muy deprisa o se te echan encima.
P. En ese sentido, su Granada llevaba la iniciativa. Las revistas satíricas de la época les comparaban con carniceros.
R. Había que ganar como fuera. A las buenas, a las malas o por el juzgado. Antes se televisaban poco los partidos. Teníamos que ganar de la manera que fuera. Si no, la gente no venía al estadio y nuestro bolsillo sufría. Iribar dice que en el Athletic nos tenían miedo, pero, qué quiere que le diga, nosotros no nos fiábamos de nadie. Éramos buenas personas, pero cuando entrábamos en la cancha lo que pensábamos era "señores, estos vienen a meternos la mano en el bolsillo y no podemos permitirlo". Tratábamos de ahorrar las primas y los sueldos. Gastábamos lo que cobrábamos en los primeros partidos y... ya.
P. ¿Les inculcaba Joseíto, el entrenador, ser tan fieros?
R. Le llamaban El Cabezón porque se obcecaba mucho en sus ideas, pero no lo considero algo negativo. Al contrario, era un visionario. Trabajaba muy bien la parte física. Era muy metódico y competente. Y tenía un temperamento... Todavía sigo sorprendido cuando, antes de un partido contra el Pontevedra, sacó una libreta y nos contó hasta quién chutaba los penaltis y por qué lado. Llevaba seis o siete lápices de colores en los bolsillos y los iba alternando. ¿Cómo no respetar a un hombre que había ganado la Copa de Europa con el Madrid?
P. Tenían fama de no cansarse.
R. Trabajábamos todos los días mañana y tarde, aprovechando que al lado de Granada están Sierra Nevada o el pantano de Cubillas. Íbamos a correr por la orilla, a nadar, a meternos por el barro, entre los árboles... Completábamos las sesiones con un balón relleno de arena. La alimentación la cuidábamos. Ni un asado. Los entrenadores no sabe cómo eran... Como salieras del once, estabas listo. Había que estar disponible las 24 horas de los 365 días del año para la lucha.
P. Que llegó al extremo con aquella entrada en la que lesionó al madridista Amancio...
R. No me gusta hablar de eso. Fui el primer jugador al que le han sancionado por la televisión. El árbitro no pitó ni falta. Cuando me enteré de los 15 partidos de suspensión... No fue intencionado. Son golpes que se reciben.
P. Pero parecía una cogida de toro. "La suerte que tuve es que, si me levanto, estaba Aguirre Suárez", dijo Amancio.
R. Y yo tengo la cara partida, la nariz... Son cosas que pasan. ¡Ni que Benito o Zoco fueran unos santos! En la ida de aquella eliminatoria de Copa fui pateado, tirado en el césped, por Velázquez, Pirri y Amancio. Salí en camilla. El fútbol es un deporte de mucho contacto. Va a pasar siempre.
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