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Columna
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Que tú bordaste en rojo ayer

Se diría que en cierto modo regresa la pinza que tantas satisfacciones proporcionó a Aznar y Anguita con la entusiasta complacencia de Pedro Jota Ramírez. Unos sesenta Ayuntamientos de nada han sido cedidos a la derecha por la manía de Izquierda Unida de votarse a sí misma, y no a una derecha cualquiera, no, sino a esta precisamente. Todo sea por fastidiar a los socialistas, aunque no se puede descartar que los que de ese modo han procedido esperen algo a cambio, mientras Cayo Lara no vacila en mostrar su solidaridad con los indignados pese a que algunos de sus concejales se comporten de una manera muy precisamente indigna. Hay ocasiones en las que uno está tentado de entregarse al desánimo.

Por otro lado, tengo la nada derrotista impresión de que de una crisis como la actual no se sale con las políticas tradicionales de izquierda, pero menos todavía con el Gobierno de la derecha, de manera que, entre otras consideraciones, los indignados de acampada ya pueden ir afilando argumentos y decisiones para las próximas elecciones generales, que están como quien dice a la vuelta de la esquina. Una esquina acaso menesterosa en la que se jugará (y se juzgará) el futuro de todos nosotros de una manera quizás más concluyente que hasta ahora. La impresión de que lo que nos espera puede sentar las bases de un desquiciamiento lo bastante prolongado como para enloquecer de una vez por todas no es el menor de los argumentos que están en juego. Si se cifra en unos quince años la salida efectiva de la crisis (que vino sin saber cómo y de la que no está clara todavía su fecha de caducidad) muchos de los que escriben ahora sobre ella ya no vivirán para contarlo, por no hablar de los jóvenes que para entonces estarán sobre la cuarentena sin más activo que una mano delante y otra detrás.

Y bien, parece que los alegres combatientes del 15-M levan anclas para dirigirse hacia otros derroteros. No se puede hablar ni de victoria ni de fracaso, pero sí de una visibilidad acaso exagerada, un tanto a la manera de la fiesta continúa, que quizás buena parte de ellos sepan reconvertir, una vez pasados los calores del verano, en la lucha continúa. Nadie sabe todavía de qué modo, pero de momento tal vez deberían andar calentando motores para vigilar de cerca las eventuales tropelías de los nuevos Ayuntamientos, lo que vendría a ser como un avance del marianismo que nos espera a partir de las próximas Fallas, ya que es muy posible que millares de esos Ayuntamientos procedan a una especie de ensayo general de lo que bien podría ser el drama definitivo.

No hay muchas razones para la alegría, ya que abundan las Corporaciones locales que han dado cobijo a muchos presuntos implicados por corrupción. En un panorama desconcertante en el que también parte de los votantes de la derecha apenas si llegan a fin de mes.

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