El cine salva lo que se llevó el tsunami
El director japonés Kobayashi estrena su película 'Haru's journey' en Granada
El pasado 11 de marzo una inmensa ola arrasó la costa oriental de Japón cambiando para siempre el destino de un país que tal vez pueda superar la catástrofe pero, difícilmente, podrá olvidarla. "También cambió su pasado", reconoce el cineasta Masahiro Kobayashi (Tokio, Japón, 1954), que el pasado domingo presentó en la quinta edición del Festival Cines del Sur su último trabajo: Haru's journey.
Kobayashi terminó pocos meses antes del tsunami, que se ha convertido para él en una referencia temporal ineludible, las escenas finales de su película. Lo hizo en Kesen-Numa, una ciudad hoy casi convertida en lodo y escombros, un lugar "lleno de vida" que ahora es un desierto al que los supervivientes quieren regresar, aunque el Gobierno japonés no lo permita por el momento.
A comienzos de 2010, Masahiro Kobayashi se propuso rodar una película que hablara sobre la vejez, sobre la forma en la que mueren muchos ancianos en Japón, abandonados y solos, como si la modernidad los hubiera sentenciado al olvido. "En Japón los ancianos están muy desprotegidos. Muchos de ellos mueren solos. Incluso se descubren sus cuerpos meses después. Además, hay muchos suicidios. No existe una seguridad social que los proteja", explica. Ese es, o era, el eje central de su película. Su protagonista, Tadao, un pescador de Kesen-Numa, se ve obligado a dejar de trabajar. Entonces comienza a depender económicamente de su hija y, después, de su nieta Haru. Ya al final de su vida, el cierre de la escuela de primaria en la que trabaja la nieta como profesora fuerza una situación desesperada. Ella quiere marcharse a Tokio y él se da cuenta de que es un estorbo. "He querido realizar una versión moderna de un tema muy tradicional en Japón, como es la separación de los jóvenes y los ancianos", aclara Kobayashi, que recorrió toda la costa este de Japón en busca de escenarios en los que grabar su película. "Finalmente me decidí por Kesen-Numa, donde ya había grabado un trabajo anterior, y donde me compré una casa en la que pasaba temporadas", explica en un pasado que se vuelve leve, mientras dobla una gorra gris que tiene en sus manos o juega con sus largas uñas, como tratando de espantar la atención de una historia que le resulta dolorosa.
El director, acostumbrado a las entrevistas y a las ruedas de prensa, premiado en tres ocasiones en el Festival Internacional de Cannes, parece tímido. Habla en voz baja, con la mirada perdida, como si dialogara con sus fantasmas. Esos mismos fantasmas que pasan por Haru's journey y que se han quedado allí, porque ya no podrán volver a recorrer Kesen-Numa ni salir a pescar ni siquiera regresar a sus casas.
"Muchos han muerto. Otros han perdido sus casas y ahora se encuentran en campamentos para refugiados" explica el director que, lo quiera o no, ha visto como el tsunami ha marcado su película, convertida ya uno de los últimos retratos de la vida de los pescadores antes de que la ola lo arrasara todo.
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