Sobre mentiras
De acuerdo, los políticos mienten. Lo sabe todo el mundo. Algunas son mentiras egoístas, para beneficio propio, pero otras son estratégicas pensando, con razón o sin ella, en el bien de la comunidad. Otras son piadosas, para evitar sufrimientos inútiles, y así podíamos seguir con una amplia variedad de mentiras. ¿Y los ciudadanos, también mienten? No me refiero en el ámbito privado, por supuesto, sino en la vida pública. Si existen reflexiones colectivas, inteligencia compartida o memoria social, por qué no puede haber también mentiras colectivas. Maquiavelo recomendó el engaño y la manipulación al gobernante para dirigir con buen rumbo a un país, pero lo que no se imaginaba era que sus recomendaciones iban a democratizarse hasta el punto de ser utilizadas también por el ciudadano para controlar a sus gobernantes.
Por eso nos podemos preguntar si los últimos resultados electorales son verdaderos o simplemente una mentira del votante. Aclaremos, los resultados son legítimos porque están avalados por nuestro sistema democrático y son legales porque se realizaron siguiendo escrupulosamente las normas. No dudo en absoluto de la voluntad del pueblo, solamente me planteo si esa voluntad pretendía engañar, es decir, si podría ser una estrategia estructural del votante.
Continuar apoyando a un PSOE que recorta nuestros sueldos, pensiones, derechos sociales y, en fin, nuestro bienestar, sería absurdo y hasta perjudicial para su continuidad ideológica. Confiar en que el PP podrá controlar el hambre insaciable de los mercados, instituciones financieras y empresas depredadoras no es que sea utópico, es que es atópico, es decir, fuera de lugar. La solución maquiavélica es otra, simplemente sentar en el banquillo a los socialistas para que piensen y recuperan algo de su ideología, si es que eso es posible, sacar a jugar a los populares y poner a vigilar a millones de árbitros en la calle, en movimientos sociales, hasta en cada esquina de la vida pública, para poder pitar falta continuamente. En poco tiempo les faltará espacio para jugar.
Antes de las elecciones, me parecía mejor pedir moderación en los resultados para que todos los políticos pudieran arrimar el hombro en la recomposición de nuestro bienestar. Ahora veo que no hay perdón, el votante quiere que paguen por sus penurias y sufrimientos, y se adivina perfectamente hacia donde apuntan. A partir de ahora, los gobernantes serán los nuevos flagelantes medievales, los que pretendían huir de la ira divida por la corrupción existente, tendrán que castigarse mucho para intentar que su gestión sea eficaz y honesta, además de intentarlo tendrán que parecerlo y aun así les faltará credibilidad.
Mentira colectiva, añagaza de los ciudadanos, engaño estratégico del votante, puede que sea una exageración para valorar estos resultados. Pero de lo que estoy seguro es que, al menos, son una verdad envenenada.
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