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Columna
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Los lunes

David Trueba

Por herencia de nuestros mayores sabemos que siempre tienen razón los días laborables. Para que el deporte tuviera sentido, hubo que aplicarle un cronómetro, un número de vueltas o de asaltos, un tiempo límite. Por eso también al fin de semana le termina de dar sentido el lunes y a la primavera la llegada del verano. La hermosa reacción del 15 de mayo comienza hoy lunes su fase decisiva. Hasta ahora se ha beneficiado de la receptividad de los políticos en campaña electoral. En esos días hasta se paran a escuchar a una señora deslenguada por la calle o le dan la mano con agradecimiento al tendero del mercado que les canta las cuarenta. Así también tuvo que ser recibido el movimiento ciudadano.

Las primeras escaramuzas para desacreditarlo no surtieron el efecto deseado. Ni todos eran perroflautas ni hasta hoy se ha descubierto peor antisistema que la jungla de voraces oportunistas que alimenta Wall Street. Los medios conservadores tuvieron un rapto de inteligencia al reconducir la simplificación cavernaria con la que trataron la indignación ciudadana posterior a los atentados de Atocha y la manipulación de la información. En esta oportunidad, tras señalar que ETA movía los hilos de la Puerta del Sol o apuntar a Rubalcaba como la mano que mece Twitter, terminaron por acoger en su seno la protesta como un mal menor, imbatible en la distancia corta hasta el día de las elecciones.

Pero hoy comienza la distancia larga, con la desmotivación de todos los lunes. Los resultados electorales son la rotunda verdad del juego democrático. Se equivoca el que los minusvalora. También el que los sobrevalora al olvidar que en siete meses habrá otros nuevos. La caricia mediática a los movilizados dejará paso al arte de hurgar en contradicciones y llegará el turno de los errores. Luego vendrá la indiferencia. La verdadera ambición de cambio tendrá que medirse frente a la resignación de los días laborables y la vulgarización de los discursos sonajero. Mañana cumple setenta años el último tipo que profetizó que los tiempos estaban cambiando. La mejor virtud de la lluvia es la persistencia. Veremos.

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