Patxi Alkorta, un intrépido del ciclismo
Fundó el equipo Orbea de Perico Delgado y Marino Lejarreta
A Jokin Mújica en Guipúzcoa le llamaban "la joyita". Era un ciclista estilista, fino, adaptado a todas las circunstancias, capaz a priori de casi todo. El primero que lo vio fue Patxi Alkorta (Bergara, 1946), el panadero, que el pasado lunes se cansó de estar despierto. El ciclismo ha sido siempre cosa de intrépidos, y quizá los más atrevidos no hayan sido los ciclistas con sus sacrificios, sino quienes creyeron en ello, a la espalda, en la oscuridad; eran como la parte del cielo sin estrellas. Patxi Alkorta, al que el riego sanguíneo le dejó seco el pasado lunes -habitual jornada de descanso en el ciclismo- se fue con la conciencia limpia, con la esquela de alguien que amó el ciclismo sabiendo que tanto lo miran por el rabillo del ojo.
Hay que tener mucho valor para crear equipos juveniles como la sociedad Danena y luego el Insalus, para dar cobijo a quien corría y era una joyita y a los que pudieran venir después. Y para crear el Orbea en el que militaron tipos como Pello Ruiz Cabestany, Marino Lejarreta o Perico Delgado, con el que ganó la mítica Vuelta de 1985, en la que Delgado sacó más de 7 minutos al escocés Robert Millar en la penúltima etapa que terminaba en las destilerías Dyc tras atravesar toda la sierra madrileña.
Hay que empezar desde muy abajo para no caerte desde muy arriba. Patxi Alkorta jamás se cayó de la baranda. Era una cuestión de pasión y la pasión seguramente es una magnífica mala consejera. C'est la femme fatale, la que nadie te recomienda pero de la que no puedes prescindir.
Cuando Patxi Alkorta dio el salto a profesionales con el Orbea, con su buen amigo y, por tanto, gran discutidor Txomin Perurena no solo culminó su ilusión, sino que empujó al ciclismo por sendas que ahora parecen inexplotables. En un lugar como el País Vasco, donde el ciclismo cada vez tiene más componente religioso, sociológicamente mirado, el Orbea, como antes el KAS o ahora el Euskaltel, fueron construcciones innovadoras, nacidas, sin embargo, desde el fuego lento de una panadería y desde el fuego rápido de una pasión.
No son buenos tiempos para el ciclismo. Quizá su recuerdo sea el mejor legado, el que demuestra que la pasión a veces es el mejor argumento. El que nació con una joyita y supo combinar el ciclismo en estado puro con los oropeles del éxito. Eran tiempos de emprendedores. Quizá hayan pasado, pero Patxi Alkorta, se fue, probablemente, sin saberlo.

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