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Columna
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241543903

No sé cómo me enteré, ya no me acuerdo. Seguramente fue a través de alguna red social. El caso es que alguien me dijo que si buscabas "241543903" en Google, aparecían un montón de fotos raras de gente con la cabeza dentro del congelador. Fotos caseras, ninguna demasiado elaborada. Se trataba de eso. Señoras metiendo la cabeza dentro de neveras familiares, jóvenes metiéndola -con perdón- en neveras de diseño o en neveras cutres de piso de alquiler, ejecutivos con la cabeza en el congelador de un supermercado. Gente de pie, de cuclillas y tumbada.

Hay fotos de cuerpo entero y también primerísimos primeros planos de ojos maquillados con esmero, al lado de una cubitera. Chinos, rusos, mexicanos, finlandeses. El resultado es una mezcla de imágenes tan inquietante que da la risa floja. Hay algo que asusta, pero que te atrapa en todo esto. Al fin y al cabo, es un montón de gente, cada uno de su padre y de su madre, con la cabeza dentro del congelador. Uno no puede evitar preguntarse qué estarán buscando ahí dentro.

Lo primero que se te pasa por la cabeza es que es una campaña de publicidad. Tiene que haber alguien o algo detrás. Parece poco probable que toda esa gente se haya puesto de acuerdo sin que haya una gran compañía en la sombra ganando millones y millones. Pues no. La única persona que está detrás es David Horvitz, un artista estadounidense que pensó que sería divertido asociar a un número la foto de alguien con la cabeza en el congelador para que la gente tomara ejemplo y, al buscar ese número en Google, aparecieran montones de versiones de esa fotografía. Y la gente lo secundó. Por diversión, ni más ni menos.

El número elegido es una combinación del número de serie del frigorífico del artista con el del código de barras de una bolsa de fideos y el de un paquete de vainas de soja que encontró en su congelador. Y, hala, a jugar. El resultado: miles de fotografías de todos los tamaños y colores, miles de personas de todo el mundo que han movido su trasero para echar unas risas.

Reírse está muy bien. Como diría aquel, en verdad es justo y necesario. Si la risa ha sido motor para que todos estos señores, y una servidora también, se molestaran en hacer correr la voz y después meter a su abuela en el congelador para hacerle una foto, malo hubiera sido que la desesperación no hubiera sido un motor igual de poderoso para movilizar a otros tantos.

Mucho ha tardado en ponerse en marcha este motor, esa es la verdad. Pero parece que ya ha arrancado. Internet es una gasolina impagable y ahora las plazas se han llenado de gente que busca respuestas. Esperemos que no caiga en saco roto. Y sobre todo, esperemos que el motor no se ahogue mañana.

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